LA LOCURA DE LAS CUMBRES

Cada vez más cerca del cielo

Juanto Uribarri y Ander Guaza, PEDALIER nº1

¿Qué aficionado a la bicicleta no ha sido acusado alguna vez de loco? Vosotros mismos habréis escuchado, seguro, en boca de los más cercanos aquello de «Mira que estás loco con tu bici». Y si somos sinceros debemos reconocer que algo de razón sí tienen quienes así nos tratan: estamos algo locos. Locura sana… pero locura al fin y al cabo.

Y tampoco nosotros, los buenos aficionados, nos mantenemos al margen de emitir ese tipo de comentarios. Catalogamos así a nuestros colegas en función de su particular locura: aquél está tan enfermo que su única obsesión es ganar a sus compañeros de club a cualquier precio y entrena y entrena…; aquél otro es capaz de salir en bici hasta cuando diluvia o hace un frío del carajo —así cualquiera anda 20.000 km al año, decimos con envidia—; aquellos están tan locos, fíjate, que les gusta machacarse durante 60 horas ininterrumpidas en la París-Brest-París… no, si ya digo yo que hace falta estar «p’allá».

También los autores de este reportaje compartimos el malestar mental general, también nosotros estamos locos. Hace ya años que padecemos la «locura de las cumbres»: vemos una cuesta, la que sea, y… a por ella. Larga o corta, llevadera o terrorífica, con buen o mal suelo, haga frío o calor,… ¡esa cae! Y, claro, cuando ya no hay ni una mísera subida al caserío de turno o al depósito de agua sobre el pueblo más recóndito, sólo nos queda partir en busca de más y más monstruos de fama universal a otros lugares del planeta. Sí, hasta del planeta, que también dentro de nuestra debilidad mental hay grados.

Durante largo tiempo hemos sufrido con resignación el cachondeo de nuestros colegas al ver una cuestecilla desconocida: «Venga, Ander, venga, Juanto, ¿a que no podéis con esa?» Y hemos aprendido —la vida siempre enseña— a reprimir nuestros impulsos y elegir otro momento más apropiado para acudir a la cita. ¡Pues sólo faltaba!

Os preguntaréis: ¿y desde cuándo sufrís esta terrible enfermedad? Buufff. Ya ni nos acordamos… desde niños. Porque tendréis que reconocer que es en las montañas donde de verdad disfruta el buen aficionado, aunque sea ese de sofá y cafecito. Quizás por eso ya desde pequeños empezamos a sentir una sana envidia al contemplar en televisión las hazañas de aquellos auténticos «héroes del pedal», como se les conocía por entonces.

Y como pronto comprendimos que nuestro reto nunca podría ser emular aquellas gestas haciendo hincar la rodilla a nuestros rivales, tuvimos que apostar por algo que nos parecía más sencillo: vencer a toda cuesta que se nos pusiera por delante. ¡Ilusos!

Os podéis imaginar cuántas decepciones, cuántas derrotas humillantes, humillantes, sí, aunque nadie nos observara, porque a los retos importantes hay que acudir en solitario: la montaña y yo. Con deciros que en el estreno de nuestras primeras bicicletas de carreras, con 14 años, fuimos respectivamente derrotados por los hoy insignificantes Alto de Ajo en Cantabria o Mendexa en Bizkaia, que no llegan a 3 km y sin ninguna rampa al 10%...

Pero los éxitos también hicieron, finalmente, acto de presencia. Si no fuera así no estaríamos hoy aquí compartiendo nuestros síntomas de locura con vosotros, amigos lectores. Y ya empezamos a vencer los primeros mitos: Ajo y Mendexa —los primeros, claro está—, Fuente las Varas, Trabakua, Sollube, Orduña. Urkiola, y cada vez algo más y más duro. Nos quedamos sin puertos en casa y acudimos en busca de nuevas sensaciones y… volvimos a hincar la rodilla en demasiadas ocasiones, no por echar pie a tierra sino por las sucesivas pájaras que iban «adornando» nuestro incipiente palmarés. Pero la locura iba en aumento y empezamos a encontrar otros casi tan locos como nosotros: la locura contagiada avanza a pasos aún más gigantescos y ya no nos valía con coronar el puerto que fuera, sino que había que llegar a lo más alto. ¿Os imagináis, verdad? Coronar Urkiola y hasta el santuario, por supuesto, —si no, no has subido—, el pueblo tal y hasta la casa más elevada, y… la tentación definitiva, las antenas.

¿No os habéis dado cuenta de que los ingenieros de telecomunicaciones tienen la misma locura que nosotros?: cuanto más arriba, mejor que mejor. Y a la búsqueda y captura de antenas dedicamos los siguientes años de «aprendizaje»: los «anteneros» nos llamaban. Pero ya me diréis qué es el Sollube si no llegas a la antena, o Serranillos o la Cobertoria si el Gamoniteiro no cae rendido a nuestros pies. Y claro, no será por falta de antenas: como las brujas en Galicia, haberlas, haylas y… a montones.

De ahí surgió la idea del diseño del logotipo con el que nos identificamos los amigos de la cuadrilla, todos locos, en mayor o menor medida, pero locos: esa montaña surcada por una ruta zigzagueante que un minúsculo ciclista pretende vencer y en lo alto, imponente y majestuosa, la antena como dueña y señora del entorno. ¡Salve a la reina! Ander, con la habilidad informática que le caracteriza, nos preparó un logo de lo más chulo y… ya teníamos imagen (logo).

Ya sólo nos faltaba un nombre para el grupo de afectados por la «locura de las cumbres». Los Pirineos fueron quienes nos lo brindaron en una semana inolvidable con Josin, el «aitite» (abuelo), compañero infatigable de aventuras en aquellos primeros años de leyenda. Nunca olvidaremos la escalada a Burdinkurutzeta —el nombre más utilizado en los puertos de todo el mundo, Cruz de Hierro en euskera— y los resoplidos y suspiros del «aitite» a nuestras espaldas: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! Cada vez más cerca de Ti, Señor. Siempre caminando hacia el Cielo, allí donde Tú moras. Acógeme con los brazos abiertos que si logro coronar me sentiré en la Gloria y si fallezco en el intento, también acabaré en tu Gloria. ¡Ay, Señor!». Y así se tiró toda la ascensión: la locura te lleva a perder la olla en determinados momentos.

Y ese era uno de ellos. Aunque no nos digáis que el nombre no está bien elegido: «Cada vez más cerca» —en euskera decimos Gero eta Hurbilago—, como queriendo significar que nuestra ruta siempre se encamina al Cielo y nos acerca continuamente al Supremo Hacedor. No, si esta locura nuestra va a ser una «experiencia religiosa», como cantaba aquel hijo de su padre.

Poco a poco el número de «locos de las cumbres» que ingresaba en nuestro grupo era mayor y eso nos obligó a ir esmerándonos en la selección de puertos a someter. Primero fue Bizkaia —los subimos todos— y luego Euskadi y comunidades limítrofes: Cantabria, La Rioja, Navarra, Burgos. Y nos fuimos alejando cada vez más: Asturias, Galicia, Comunidad Valenciana, Aragón, Andalucía,… en fin, toda España. Sin olvidar, por supuesto, nuestra escapada anual a los Pirineos occidentales donde el nivel de reto que nos ofrecen esas montañas es un auténtico peligro para el agravamiento de nuestra locura.

Y llegó la enfermedad a su fase terminal: de «locos de las cumbres» degeneramos en «locos de las altimetrías». Si, ya de por sí, bastante zumbe supone enfrentarse continuamente a esas rampas «inhumanas» en muchos casos, no digo nada de subirlas tomando datos mirando al altímetro, en continua conversación con la fiel grabadora y hasta deteniendo el pedaleo para sacar las fotos más atractivas. ¿Estamos o no estamos locos?

Dos consecuencias evidentes ha tenido en los últimos años ese proceso degenerativo: una, quien quiera entrar a «Gero eta Hurbilago» debe forzosamente renunciar a sus principios y recurrir, sin desdoro, al tercer plato —¡qué remedio!— y dos, más evidente aún, hay que seleccionar año tras año quiénes son los más locos de la grupeta. Así se inició hace ya más de 10 temporadas un concurso que os comentamos rápidamente por si alguno picáis.

En la actualidad nuestro denominado Concurso de Puertos, con el número del año correspondiente, consta de cuatro apartados:

  1. Puertos Fijos, una lista de 15 ascensiones desconocidas y de nuestra zona;
  2. Puertos APM, cualquiera de los puertos de la web sirve también para continuar sumando puntos;
  3. Excursiones provinciales, por las provincias limítrofes de Bizkaia, que solemos realizar varios sábados a lo largo del año; y
  4. Fines de Semana, ya en plan «a por todas» en los que solemos empacharnos de puertos en Pirineos o en Asturias.

Cada uno de los participantes tiene todo el año, hasta el mismo 31 de diciembre, para ir acumulando todos los puntos que pueda, también en solitario —nos fiamos—, y conseguir así el trofeo del metal correspondiente a su esfuerzo y dedicación.

Tras lo dicho ya habréis advertido que nuestra victoria no está en coronar antes que nadie, sino en coronar más que nadie: importa la calidad, sí, pero también, y mucho, la cantidad. O ¿qué es, si no, el cicloturismo sino conocer más y más rutas, lugares y puertos nuevos? Sin prisas, en animadas charletas, deteniéndonos las veces que haga falta y más a esperar al compañero, compartir el refrigerio, sacar montones de fotos, y al final… comer juntos comentando las incidencias de la jornada. Anécdotas mil, chistes otro tanto, amistad siempre mayor. Es también el momento de poner verde al Führer, nombre con el que se ha quedado la malvada mente que disfruta buscando siempre el «más difícil todavía» y quien nos empuja a la locura en los momentos en que nos queremos agarrar a la poca cordura que nos queda: Juanto.

Todas esas ascensiones novedosas y las excursiones de sábado a las comarcas de alrededor o de fin de semana a las más lejanas —que también puntúan y bien por cierto—, han ido dejando su poso entre todos los colegas que, ahora sí, parecemos sentirnos a gusto dentro de nuestra locura que sigue in crescendo. Y como todo loco busca el reconocimiento a su trastorno, al final del año procedemos al reparto de premios en sus diversas categorías y, claro, a mayor metal mayor locura.

Ya somos más de 20 los «locos de las cumbres» en «Gero eta Hurbilago» y eso sin contar a todos los amigos y sí, también amigas —que, encima, nos dan caña sobre la bici— que nos acompañan y nos muestran sus hallazgos siempre que vamos a su tierra de «visita profesional».

¿Ya vais entendiendo de dónde sacamos tantas altimetrías de puertos que, poco a poco y en la medida que no os saturéis, irán apareciendo en esta revista? Aquí os queda, pues, expuesta nuestra manera de entender el cicloturismo y, si a alguno le parece interesante esta idea, que la ponga en práctica con sus colegas, para lo que siempre nos tendréis a vuestra disposición en APM. Y que no decaiga esta maravillosa «locura de las cumbres». ¿Te apuntas?



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