CRÓNICA DOLOMITAS 2007
Rubén Berasategui
El momento de hoy llega a las tres de la tarde de una jornada muy calurosa de verano. Muchas veces nos hemos preguntado ¿qué sería del Giro si se corriera con el calor del verano? Pues hoy lo comprobaremos. El termómetro no ha bajado de los 30 grados en casi todo el día y estoy saliendo de Caprile en dirección a la famosa Marmolada (Passo Fedaia), la etapa viene dura, cuatro puertos y más de 100 kilómetros en las piernas. En mi mente sólo dos cosas, llegar a la Malga Ciapella gastando lo mínimo posible y desde ahí en adelante, pues ya veremos...
Suena el despertador y el Kulak sigue sorprendiéndome, aún se levanta el primero. No se qué le pasa a este hombre, pero me lo han cambiado. Siempre lo hace él primero por una sencilla razón. Al amigo Kulak le encanta el chorro de la ducha. Vamos que se está muchos minutos bajo ella. Yo a la mañanas soy de entrar, espabilarme, un poco de jabón y salir. Vamos ni cinco minutos. El Kulak es todo lo contrario, por eso mientras éste sigue bajo el chorro, yo sigo disfrutando de los últimos minutos de cama.
Bajamos a desayunar. El buffet es espléndido, como no podía ser de otro modo. Hoy espera una dura y por lo que se ve calurosa jornada.
Esta es la etapa que me ha diseñado Ángel, y tengo intención de hacerla completa. Si bien voy a hacer un pequeño cambio en el orden de los puertos. Iré a subir la Torri de Vajolet de salida, porque como venga zurrado de la etapa y con este calor, veo muy complicado que pasando a dos metros del hotel baje los diez kilómetros que hay hasta el cruce, suba el puerto y luego vuelva a Canazei, además a esas horas habrá mucho tráfico. Lo mejor es que lo haga de salida y a la vuelta y tras volver a Canazei me vaya directo al hotel.
Para el Kulak hemos diseñado una etapa bastante completa también. De Canazei comenzará subiendo el Sella, volverá a bajar por donde ha subido hasta el cruce que conecta con el Pordoi (ambos comparten parte de la subida por este lado). Tras coronar el Pordoi, bajará a Araba y desde ahí el Campolongo que es cortito. Regresará a Araba y se dejará caer hasta Caprile, donde le aguarda el “coco” del día: El Fedaia o Marmolada. Si ha podido con el Mortirolo, podrá con el Fedaia, pero veremos cómo responde cuando lo coja con 80 kilómetros en las piernas y con el calor que se intuye que nos va a acompañar.
A eso de las nueve y media estamos en el parking del hotel. Nos deseamos suerte mutuamente y comenzamos la etapa en direcciones opuestas. Hoy es Domingo y pese a ser prontito hay mucho tráfico. Voy bajando ligeramente dirección Moena, donde comienza el San Pelegrino, deshaciendo la ruta que hicimos ayer al venir, cuando veníamos del Nigra/Costalunga. Antes de llegar a Moena, a mano derecha según bajo, esta el desvío a la Torri di Vaiolet. ¡Ojo!, que el cartel dice Refugio Gardeccia, que es el nombre del refugio hasta el cuál sube la carretera y desde ahí si quieres continuar ya sabes, “andando”.
La historia de este puerto en el Giro de Italia se reduce a una única ascensión en el año 1976 y con triunfo del español Andrés Gandarias. Este puerto es una trampa envenenada por lo que ahora os contaré, y que podría dar mucho juego, siendo final de etapa viniendo del San Pellegrino, del Fedaia, del Pordoi, o del Sella como se hizo en 1976. Os muestro el perfil de aquella etapa.
Tras girar a la izquierda comienza de inmediato la ascensión. Aún estoy frío y haciendo la digestión, así que me lo tomo con bastante calma para que el estómago no empiece a “tocarme las narices”. Voy ciego, no se nada del puerto. Sólo manejo un dato, cota inicial 1.350 metros, cota final 1.950 metros. Luego 600 metros de desnivel a salvar en 6 kilómetros. La media está clara 10%. De entrada el primer kilómetro ya os aseguro que está por encima de ese 10%, es realmente duro y para no forzar en exceso paso al 30*21. Un par de curvas de herradura y enseguida veo la carretera de la que vengo ahí abajo. Carretera ancha y el asfalto en perfectas condiciones. Tras ese primer kilómetro muy duro, el puerto da una tregua. ¡Uy ya empezamos a hacer cosas raras!, es lo primero que pienso. Mientras paso por Monzon la cosa se pone más fácil todavía. Llano y hasta cuesta abajo. Ya empezamos, si la media es del 10%, en algún momento vamos a tener que recuperar esto pienso, así que ya me estoy olvidando de un puerto constante y con pendientes mantenidas. Al salir de Monzon la carretera se estrecha mucho y un cartel dice bien claro que está prohibido subir con vehículos de motor, salvo para vehículos autorizados. Acabáramos, los famosos microbuses que suben a la gente hasta el refugio para que desde ahí comiencen sus rutas de montaña a pie. Estos chóferes suelen tener una curiosa costumbre y es pensar que la carretera es suya y tienen derecho a ir como les da la santa gana. Su trabajo es muy simple, subir y bajar a gente desde el valle hasta el refugio por una carretera estrecha, poco más ancha que el microbús que llevan. Se conocen la carretera al dedillo, pues la suben infinidad de veces durante todo el verano o el tiempo que dure dicho servicio y al estar la circulación prohibida a vehículos de motor, pues andan a sus anchas por la subida. CONCLUSIÓN, que un ciclista subiendo es un estorbo, un sujeto que lo único que hace es tocarle las narices y molestarle. No me habré cruzado yo “cariñosas” palabras con estos elementos en más de una ocasión. Grosse Scheideg en Suiza, Nivolet en Italia y alguno más que ahora se me olvida. Antes de proseguir con el relato de la escalada diremos que en esta ocasión no hubo problemas con estos chóferes y eso que me crucé con unos cuantos, porque había excursionistas a patadas en el refugio Gardeccia. Yo no se si hasta un campamento entero, porque había un montón de chavales.
Al estrecharse la carretera la cuesta vuelve a endurecerse, hay rampas realmente duras, pero no acaba de arrancar, porque tras una dura rampa siempre la pendiente afloja y aunque continua fuerte, te da respiros. Así por espacio de otros dos kilómetros y medio. Aprieta mucho el calor y hace rato que he roto a sudar, para ser del todo exacto, llevo una sudada tremenda. La parte final del puerto es TERRIBLE. La pendiente crece muchísimo, cerca del 15% y ahora sí que se mantiene en esos números. Menudo final que tiene la subida. Aquí hay que meter el piñón de 23 con el 30 claro, porque es durísimo. El paisaje es impresionante, rocas imponentes por todos los lados. En este último tramo me cruzo con dos microbuses, uno que sube y otro que baja, pero me respetan mucho. Finalmente y con la crema solar que me he puesto cayéndome por los ojos y haciendo que estos me piquen muchísimo, llego al refugio.
No me detengo mucho en el refugio. Lo justo para tratar de quitarme la crema y ponerme la sira. Comienzo el descenso muy despacito por los buses que puedan subir.
Tras regresar al valle tomo de nuevo dirección Canazei. Estos 11 kilómetros se me hacen pestosos debido al tráfico. Pican ligeramente hacia arriba, aunque hay un repecho duro. Sobre las 11 de la mañana estoy de nuevo en Canazei para afrontar el Pordoi por cuarta vez. La tercera por esta vertiente. Hoy lo tengo claro, no quiero gastarme, me lo voy a tomar con calma, porque siempre que lo he ascendido he acabado subiendo a tope y la verdad he sufrido más de lo que he disfrutado y creo que el Pordoi es un puerto para disfrutarlo debido a múltiples razones:
• Por el paisaje espectacular
• Porque no tiene porcentajes duros y se puede ir sin sufrir.
• Por los muchos ciclistas con los que te cruzas.
• En fin, porque es mítico y a la vez accesible y está al alcance de casi todos.
Hablar del Pordoi en competición es hablar de muchas ediciones del Giro de Italia, tanto como puerto de paso o como final de etapa.
Galdós (75), Sutter (77), Natale (79), Lejarreta (83), Fignon (84), Muñoz (86), Bagot (87), Conti (89), dos pasos en el (90) Mottet y Vandelli, otros dos en el (91) con Vona y Chioccioli, Chiappucci (92), de nuevo otros dos en el (93) Vona e Indurain, Zaina (96), Chepe González (97), dos en el (2001) Pérez Cuapio y Fredy González, de nuevo Pérez Cuapio (2002) y Baliani (2006).
PASSO PORDOI
Dicho y hecho, comienzo la subida muy tranquilo. Juego con el plato de 39 dientes y piñones de 21-23-25. Siempre con dos dientes más de lo que utilizaría subiendo el puerto de un modo exigente. Así por primera vez lo estoy disfrutando y observando detalles que me pasaron desapercibidos. Antes del cruce con el Sella doy caza a un italiano que coge mi rueda y continuamos juntos. En este viaje y la verdad es que siempre en general yo saludo a todo ciclista con el que me cruzo. Muchos lo hacemos y casi siempre te devuelven el saludo. Es como una ley no escrita entre todos los que compartimos y practicamos activamente este deporte. No hay barreras. En Euskadi te saludarán con un “aupa”, en Francia “salud” o “bonjour”, en Italia “ciao”. A veces el saludo es un simple movimiento con la cabeza, otras un gesto con la mano.
Tampoco entiende de niveles: Desde profesionales hasta el señor que sale a dar un paseo en su MTB. Podéis estar preguntándoos, ¿y todo esto a qué viene? Pues viene a colación de la anécdota que me ocurrió a continuación.
Iba yo hablando con mi colega Italiano mientras subíamos el Pordoi, cuando a todo esto nos adelanta un ciclista fino, impecablemente vestido y depilado. Pañuelo pirata en la cabeza y una TREK último modelo. Tanto el Italiano como yo le saludamos cortésmente. Ni nos mira, ni siquiera hace un ademán con la cabeza, vamos nos ignora como sino estuviéramos ahí. La verdad es que me llamó la atención como pasó olímpicamente, pero lo peor no fue que no saludara, muchos no lo hacen, lo peor es la sensación de superioridad que transmitía, como si dijera “vosotros no sois dignos de mi saludo” Me habré cruzado con ciclistas que no han saludado, pero como éste pocos, muy pocos.
Tampoco voy a calentarme por eso, si es un antipático, pues peor para él. Sigo a lo mío. Delante nuestro hay otro cicloturista al cuál damos caza, esa figura, esa manera de mover el cuerpo me es familiar, es el Kulak. Ahí me pongo a su altura y le pregunto qué tal va. Me dice que bien, y casi sin decir nada más me dice textualmente:
“Vete a dónde ese chuloputa y déjalo tirado”
Vaya, no soy el único al que ha mosqueado el ciclista que va vestido de Saeco. Pero entre que iba un poco mosca y lo que me dice el Kulak, me entra el gusanillo peleón.
“Lo intentaré”, le respondo, y me lanzo a por él.
La verdad es que no se el nivel que tiene el personaje este. Yo se que estoy bien, y cuando estoy así, me defiendo muy bien en las subidas, pero tampoco soy Contador, así que perfectamente puedo salir escaldado de la aventura, pero de todos modos, me lanzo tras él. Tras un pequeño sprint le cojo la rueda. El “saeco” ni se inmuta. ¿Sabrá que estoy detrás? Sí, porque al tomar una curva echa la vista hacia atrás de un modo desafiante. Acto seguido baja un piñón y yo que acabo de poner el cuentakilómetros en la función de velocidad, veo como ésta empieza a subir. Respondo bajando otro piñón. Así vamos unos cuantos metros y el “saeco” vuelve a bajar otro piñón, se pone en pie y pega un arreón tremendo. Joder menudo tirón, y yo que quería subir el Pordoi tranquilo, ya me he calentado otra vez. A levantar el culo del sillín toca, porque este tío está intentando irse y dejarme planchado. Se sienta, bueno un respiro pienso, pero de eso nada. Pega otro latigazo. Ahora ya voy encendido así que yo me levanto también. El velocímetro está en 20 y aquí ya no hay bromas. Pero el “saeco” va jadeando y yo aún no. Se sienta y yo aún permanezco de pie. Ya le he tomado la medida, te vas a enterar pienso. Le adelanto muy poco a poco y ahora empiezo a acelerar. Cada vez un poco más, y otro poco más, hasta que cede. En cuanto veo que cede, me levanto y tiro a tope, todo lo que puedo. Ahora sí que estoy sufriendo. Al sentarme debo subir un piñón. Estoy a menos de dos kilómetros y ni me he enterado. Ahora hay que aguantar, pongo un ritmo que puedo mantener hasta la cima y a apretar los dientes. La parte final es muy panorámica y le veo dos curvas más abajo. Va tocado, eso me da más moral y así corono el Pordoi pletórico. A toro pasado no se si hice bien, pero bueno picarse a veces no está mal, aunque si es de modo más sano pues mucho mejor, y que conste que más de una vez he salido con “el rabo entre las piernas” como suele decirse vulgarmente. El “saeco” seguirá actuando igual, aunque os puedo asegurar que cuando me lo volví a cruzar para bajar el Pordoi en busca del Kulak y le saludé, esta vez sí me devolvió el saludo. ¿Será que me he ganado su respeto?, no lo se. A lo mejor es que le gusta subir los puertos a su bola, concentrado e ignora a todo el mundo que le rodea. Bueno, qué más da. Allí me encuentro al Kulak que está realizando los últimos metros de ascensión. Me pregunta qué tal ha ido y le digo que bastante bien, jeje. Coronamos juntos el Pordoi y después de sacarnos una foto en el cartel, nos vamos a tomar una coca cola y un dulce.
El día es espléndido y las vistas espectaculares. “Ahora sí que te entiendo” me dice el Kulak. Y acto seguido me repite y me dice “ves como yo al final he venido a las Dolomitas”. Al cesar lo que es del cesar y el Kulak hace ya algunos años me dijo que vendría por estos lares. ¿Para cuándo el Ondarru, Martiñena u otra gente? Habrá que seguir esperando.
Bajamos juntos hacia Araba. El puerto por este lado es radicalmente distinto a su vertiente opuesta al menos en lo que a paisaje se refiere, pero una cosa en común sí que tienen: curvas de herradura. Algo más corto, apenas tiene nueve kilómetros y un poco más duro, la pendiente media es superior al 7%. Tiene hasta un total de 33 curvas de herradura las cuáles están numeradas y también te marcan la altura a la que te encuentras en cada una de ellas. Desde abajo vas viendo toda la subida, y resulta hasta más espectacular que su otra vertiente, si bien casi siempre se baja por aquí y se sube por Canazei.
Dos imágenes del Pordoi por Araba. A mi casi me gusta más por este lado. Los dos merecen la pena de todas maneras.
En Araba comenzamos el ascenso al Campolongo. Yo luego lo bajaré por el otro lado para bajar hasta Corvara Alta Badia, Kulak regresará de nuevo a Araba para acortar la etapa y así dirigirse a Caprile en busca del “coco” de la jornada.
El Campolongo es un puerto que no presenta complicación alguna por ninguna de sus vertientes. Poco más de cuatro kilómetros constantes entre el 7 y 8%. Debido a su localización, ha sido puerto de paso en muchas ocasiones en el Giro. Ahora mismo me viene a la memoria la etapa del Giro de Italia del 93 donde Chiappucci atacó repetidas veces a Indurain sin poder soltarlo. Aquella fue una etapa durísima de 250 kilómetros y con cinco puertos de montaña. El Campolongo era el último de ellos antes de acabar en Corvara.
Paganessi y Rupérez (83), Fignon y Zappi (84), Muñoz (86), Giupponi (89), Calcaterra (92), Chiappucci (93), Chepe González (97), Pérez Cuapio (2002) y Baliani (2007), han sido los primeros en su cima.
Comenzamos el ascenso y cada uno coge su ritmo. A mi aún me queda un buen rato en bicicleta. Nos deseamos suerte y nos vemos en el hotel.
Dicho y hecho. Subo con el 23 y 25 y corono el Campolongo sin agobios y sin detenerme bajo a Corvara.
Imagen típica del Campolongo. Muchas curvas de herradura.
Allí y sin casi entrar en esta bellísima localidad sigo recto en dirección al nuevo puerto de la jornada. Unos kilómetros de llano que aprovecho para beber y enseguida estoy inmerso en un puerto desconocido para mí. No lo he pasado ni en coche. He estado cerca y he visto fotos de él, pero no tuve tiempo para subirlo. Hoy caerá. Son poco más de la una y tengo ante mi una nueva ascensión. Lo bueno es que por aquí a estas horas no anda “ni blas”.
El passo Valparola en el Giro: Faustino Fernández (77), Vandelli (90), Vona (92), Wegmann (2004).
La gente debe estar comiendo porque apenas hay tráfico. Algún motorista y un par de descapotables, uno de ellos un Ferrari. Yo sigo a lo mío. Poco a poco avanzando. El cuenta kilómetros sólo lo miro de vez en cuando y para ver la altitud a la que me hallo. Debo subir hasta 2192 metros, así que paciencia. A lo lejos veo un ciclista y lo tomo como referencia. Voy un poco más rápido que él, pero muy poco porque me cuesta muchísimo alcanzarle. Cuando por fin lo hago, lo primero que veo es que va en MTB, joder, pues ya tiene mérito. Es joven y es muy ligero. Le saludo y me hace un gesto con la mano porque el tío va escuchando música con los cascos puestos. Lleva unos desarrollos rarísimos. Lleva el plato grande metido y un piñón muy grande detrás. ¡Qué cosas más raras hace! Porque a ratos me adelanta y a ratos vuelve a quedarse. Yo sigo un ritmo muy constante con el 39*25. Finalmente se queda un poco. Quería tener un poco más de conversación, pero éste va en su mundo y no ha podido ser. De todas maneras estoy ya muy cerca de los 2000 metros, así que con estas pendientes en dos o tres kilómetros habré terminado el puerto. Por cierto, otro puerto espectacular por el lugar donde se encuentra y rodeado de unas rocas imponentes. Es muy abierto y abajo tiene vegetación. Mi calculadora no falla porque como había previsto, a las dos corono el puerto. Hay un restaurante en su cima y a él me dirijo. Un plato de pasta boloñesa y una coca cola grande. Eso será suficiente para reponer fuerzas y afrontar lo que queda. Me zampo todo en un momento y de nuevo a la bicicleta. De la cima de Valparola a la cima del Falzarego hay poco más de un kilómetro, que en este caso es en bajada, ya que el Falzarego anda sobre los 2.113 metros, un poco más bajo. En la cima hay tiendas de souvenirs y algún restaurante. Desde aquí podría bajar a Cortina, pero eso mañana y no hoy. Así que bajo por el otro lado en busca de Caprile. Unos veinte kilómetros, la mayoría de ellos en bajada y a eso de las tres y bajo un sol de justicia estoy llegando a Caprile. Llegó el gran momento de enfrentarme al Fedaia.
Al contrario que mis dos ascensiones anteriores a este puerto, esta vez lo voy a coger madurito. Con más de 100 kilómetros en las piernas y cuatro puertos. Además el sol está siendo un invitado que se ha añadido a la fiesta y que me lleva acompañando desde la salida, y ahora, a las tres de la tarde, está en plenitud y como digo yo “cascando” de lo lindo. Sin lugar a dudas, ante este panorama, la Marmolada infunde cuanto menos respeto. Llevo visualizando en mi mente tres momentos desde que he comenzado la etapa. El primero es la llegada a Caprile, el segundo la llegada a la Malga Ciapella y el tercero es coronando el puerto. El primero de todos ya ha llegado y creo que vengo bastante entero. Eso sí, debo rellenar los bidones que voy seco. Ni me detengo en Caprile, estoy impaciente por ver cómo responden las piernas ante las primeras rampas de la Marmolada. Se que hasta la Malga Ciapella el puerto da treguas y tiene bastantes descansos y zonas para recuperar, pero también tiene alguna rampa que se las trae y la que te da la bienvenida es una de ellas. Meto un desarrollo holgado para superarla y veo que las piernas responden francamente bien, así que a intentar llegar a lo duro lo más descansado posible.
La Marmolada en competición: Sin lugar a dudas este puerto ha sido uno de los más temidos por los ciclistas a lo largo de la historia del Giro y sino que se lo pregunten al bueno de Marino. Si por algo sobresalía el Junco de Berriz, era por sus dotes para la escalada. Su figura alargada, la espalda curvada, esas finísimas piernas han hecho sufrir a más de uno. En teoría un puerto como la Marmolada le tenía que venir como anillo al dedo. Pero por alguna extraña razón lo tenía atravesado, al igual que el Marie Blanque. Yo creo que alguna vez lo pasó tan mal, que psicológicamente le tenía comida la moral. Tuvo que ser la Marmolada quien le privara de luchar por la general de aquel Giro del 91. Además y para fastidiar un poco más, diremos que no estaba previsto en el recorrido inicial de aquella edición. Se iba a pasar el San Pellegrino. Pero por no se qué motivos se suspendió el paso al San Pellegrino y los organizadores lo cambiaron por la Marmolada con el Giro ya en marcha. Cuando Marino se enteró de tal cambio frunció el ceño. No le gustó el cambio. Ese Giro estaba siendo durísimo. Montaña y más montaña y Marino que venía de hacer tercero en la Vuelta a España, estaba aguantando su segundo puesto, esperando el desfallecimiento de Chioccioli o la última crono para dar el asalto a la maglia rosa. Era la última gran jornada de montaña de aquel Giro y las fuerzas estaban muy igualadas, pero en el Fedaia se nos fueron todas nuestras ilusiones. Marino se quedó clavado. Las fuerzas le fallaron el último día. Sufrió todo un calvario de camino a la cima del Pordoi donde estaba la meta. Pero la puntilla se la había dado la Marmolada, lo había roto y perdió casi siete minutos que hasta le privaron de un podium más que merecido. ¡Qué lástima!
Tuvo que venir Indurain dos años más tarde para vengar la afrenta que la Marmolada nos había hecho a todos los aficionados vascos, catalanes (donde Marino era muy querido) y españoles en general. Miguelón puso esa marcheta terrible que con sus 80 kilos nadie sabe cómo era capaz de poner y destrozó la carrera. Qué se lo pregunten a Bugno.
Otro recuerdo imborrable del Fedaia es en el 98. Zulle está terrible, fuerte en la crono y aguantando a los escaladores en al montaña. Resta la traca final y tiene casi 4 minutos de ventaja sobre Pantani. Éste está desmoralizado pues no ha conseguido sacarle casi nada de tiempo en las subidas que han realizado hasta la fecha. Pero esto aún no ha acabado. Tonkov rompe las hostilidades y Pantani en compañía de Guerini lanza un ataque brutal. Las rampas de la Marmolada son testigo del hundimiento de Zulle y de la primera maglia rosa en su vida de Pantani. Zulle dirá luego que hasta la fecha no había subido nada tan duro.
Hoy en día y con la aparición de todos estos nuevos colosos y los grandes desarrollos que incluso los profesionales han tenido que poner para poder subir dichos puertos, el Fedaia ha perdido parte de su ferocidad, o al menos no es tan temido como lo fue antaño. Pero, ¡ay! de aquel que ose perder el respeto a esta subida, no traiga el desarrollo adecuado o suba este puerto sin guardar fuerzas para el final, sufrirá sin ninguna duda las consecuencias de su error o exceso de confianza.
Tras este pequeño inciso, continuo con el relato de la etapa.
Estos kilómetros van pasando y se hacen cómodamente. Me pregunto donde andará el Kulak. Con este calor, hoy va a sufrir, eso seguro, pero va a tener que superar este puerto para llegar al hotel. Estoy pensando en entrar a un bar para rellenar los bidones cuando ante mí y como si me leyera el pensamiento hay una fuente con un chorro enorme y agua fresca, fresca. Qué delicia, hasta me puedo mojar un poco la cabeza. Ahora ya estoy listo. Voy pasando los pueblitos que hay en la subida. Muy coquetos y bonitos todos, algún campo de fútbol que otro, donde Mikel, Martiñena y algún otro podrían “paquetear” a gusto. Tras superar el segundo túnel el cartel de bienvenido a la Malga Ciapella me saluda. Ese segundo momento con el que llevo pensando toda la etapa ya ha llegado. Ante mi los seis kilómetros finales. Poco a poco se va haciendo más duro. Hasta que sales del pueblo y enfilas esa recta interminable, ancha, sin casi referencias. El famoso tramo donde tantas veces hemos visto a los ciclistas parados, sin casi poder avanzar. Me esperan más de dos kilómetros terribles porque esta recta se hace eterna y parece que nunca llegas a su fin. Pero hoy no es el caso. Meto el 30*21 y asombrado veo que mantengo una velocidad superior a los 10,5 kms/hora. No doy crédito. Las anteriores veces apenas llegaba a nueve y hoy que vengo con mucha más tralla voy más rápido. Hombre lejos de los 15 por hora que llevaría la cabeza del Giro. Hay que subir muchísimo para poder ir a 15 km/h mantenidos por aquí. Bueno son profesionales (y sólo los mejores) y además viven de ello. Esto me da una moral tremenda. No me lo puedo creer y voy pletórico y sufriendo, pero disfrutando enormemente de ese sufrimiento. El que no anda en bici no podrá entender esto de sufrir y a la vez disfrutar. Es ahora cuando todos los esfuerzos, todos los sacrificios, las miserias que he pasado este año empiezan a cobrar sentido. Al menos cuando ha llegado el momento cumbre estoy dando lo mejor de mí y esto hace que todo lo realizado no haya sido en balde ni haya quedado en saco roto. Estoy llegando al final de la recta y la velocidad ha bajado un poco, voy algo por debajo de diez, pero es que la pendiente lejos de disminuir ha aumentado.
Giro a la izquierda y por unos momentos cojo un poquito de aire. Lo peor ya ha pasado pienso, pero lo cierto es que en esta ocasión casi se me hace más dura la parte final con las curvas y los tremendos rampones al 15%. La dureza de la etapa y el calor empiezan a hacer un poco de mella y sufro un poquito más de lo esperado, pero por fin llego a ese ansiado momento y que tanto he visualizado mentalmente a lo largo del día. Ya no es algo mental, es real, ¡estoy coronando el Passo Fedaia!
Lo primero que pienso es que ni rastro del Kulak, así que este tío por narices ha tenido que pasar ya por aquí. Si lo ha hecho montado sobre su bici, empujándola cuesta arriba, agarrado a un coche o en helicóptero, eso es otra cuestión. Hago esos kilómetros de llano en la Marmolada, con la inmensa montaña y el lago que llevan el mismo nombre a mi izquierda. Un breve y rápido descenso hacia Canazei. Los últimos kilómetros son llanos y entre coches y más coches, lo cuál confirma que el hacer la Torre de Vaiolet al comienzo de la etapa y no al final, ha sido todo un acierto.
Fotos del Fedaia. La de arriba corresponde a las rampas finales. La otra está tomada algo más abajo una vez superada la recta interminable.
Pasadas la cuatro y cuarto me presento en el hotel y ahí me encuentro al Kulak que está llenando la bañera de agua fría. “Bueno, ¿qué tal ha ido?” “Impresionante”, me responde. “Se me ha hecho duro, pero lo he subido muy bien”.
Yo no tengo palabras, estoy acojonado. Si antes del viaje me dicen que haga una apuesta en “Bet and Win” de dónde va a “petar” el Kulak, desde luego que hubiera dicho que mucho antes. Aquel valiente que hubiese apostado por él, se habría forrado. Aunque yo creo que ni él mismo se hubiera dejado muchos cuartos en dicha apuesta.
Ahora ya sabemos lo que toca. Bañito de agua helada, duchita y a descansar un rato. A mitad de la siesta el Kulak se levanta y se va a dar una vuelta por el pueblo. Yo iré luego más tarde, así que sigo descansando.
Tras despertar aprovecho para ir ordenando las fotos que hemos ido sacando estos días en carpetas. Llega el Kulak que viene de hacer shopping y en un rato nos vamos a cenar.
Ni que decir tiene que hoy la cena es por todo lo alto y no dejamos ni las migas. Por la noche hay mucho ambiente en el pueble. Música, juegos para los niños, presentaciones de marcas de ropa de invierno, fundamentalmente Ski. La verdad es que Canazei es un lugar muy recomendable para pasar unos días. Damos un pequeño paseo y nos vamos a descansar al hotel. Dejaremos las pequeñas compras para mañana a la noche.
Bonita foto sacada por el Kulak en algún lugar de la Marmolada. No me preguntéis dónde que yo tampoco lo se.