EL TRÍPTICO INFERNAL - 3 PUERTOS FUERA DE CATEGORÍA
KITZBÜHELERHORN - ZONCOLAN - GROSSE OSCHENIKSEE
Jorge Montes
Todos los amantes del ciclismo conocen los puertos míticos de las Grandes Vueltas:
Tourmalets, Galibiers, Izoards, Stelvios, Gavias, Mortirolos,... son puertos con 300-400 puntos APM, la unidad de dificultad que establece la popular web www.altimetrias.net, y que ya se ha convertido en una Biblia para la mayoría de cicloturistas españoles.
En torno al año 2000 Vuelta y Giro decidieron dar una vuelta de tuerca. Era imposible competir con la fama que tiene el Tour, eso lo sabían de sobra. Pero tenían que intentarlo. Había que reinventarse. La fórmula mágica que buscaron fue introducir puertos muy duros, puertos nunca vistos, puertos que pusieran realmente contra las cuerdas a los profesionales rompiendo los pelotones en 1000 pedazos, puertos que supusieran un auténtico reto para cualquier cicloturista y que para los aficionados a pié supusieran un imposible. Son puertos que superan los 500 puntos APM, como puede ser el Anglirú asturiano o el Zoncolan italiano. Estos puertos tienen pendientes sostenidas por encima del 15%, incluso del 20% (la Cueña les Cabres del Anglirú son 450 m infernales al 23,6%... el Zoncolan 2 kilómetros que superan el 16% y 5 que superan el 15%, de manera consecutiva).
Estos puertos pueden ser categorizados como fuera de categoría realmente. Los clásicos de toda la vida pueden tener una fuerte pendiente en un tramo corto (el Soulor tiene 100 m al 17%, el Tourmalet acaba con un kilómetro con rampas al 12% por su vertiente de Luz Saint Sauveur.), pero al final raro es encontrar kilómetros completos por encima del 10-12%. En estos puertos fuera de categoría de los que os voy a hablar, el 10-12% es cuando descansas.
En 2013 me enfrenté y vencí al Anglirú. La sensación al coronar fue indescriptible. Sabía que había hecho una hombrada (más aún con mis casi 100 kg en ese momento. me supuso generar más de 400 Watios y me exigió llevar mi corazón a 186 pulsaciones). Y era consciente que había abierto una nueva fase como cicloturista en mi vida. Había leído las aventuras cicloturistas de los maestros Angel Morales y Ruben Berasategui en Pedalier (y ahora en Ziklo), pero nunca pensé que yo fuera capaz de emularlos. Cuando vencí el Anglirú supe que podía afrontar otros retos. Evidentemente no locuras como el Nebelhorn (y sus tramos mantenidos al 40%), pero sí otros grandes retos.
Y cuando me tocó la plaza para participar en la Otztaler Radmarathon y tuve que organizar mi viaje a Austria y Suiza, sabía que el momento había llegado. Había que probar el tríptico infernal italo-austriaco.
¿Cómo subir un puerto de más de 500 puntos APM (o incluso más de 700)? Supongo que lo que yo os diga no puede aplicarse como verdad universal. Es válido para mí, pero también es cierto que parto con la tara de mis 90 kg (actualmente). Probablemente gente que pese 60-70 kg pueda afrontar estas subidas de otra manera. Yo os voy a contar como lo hago yo, por si os puede ser de ayuda.
En un gran coloso de éstos, que además no he subido nunca, mi táctica es siempre la misma. Empezar desde abajo con el máximo desarrollo que tengo (en mi caso 34-29). Da igual que al principio puedas ir más rápido, y que sientas que vas como parado. Toda la energía que ahorres, luego la necesitarás.
Empiezan las rampas serias (del 15% para arriba). No hay secretos. Tienes que pedalear con todas las fuerzas que tienes. Suelo alternar ratos sentado, con ratos a pié. Ojo, aquí entra en juego la física, con aspectos que con una pendiente del 10-12% no nos afectan. Cuando estás en una rampa de cerca del 20% y estás de pié, tienes que realizar una fuerza brutal con los brazos para balancear la bici. Si son 100 m, no hay problema, pero si son más es probable que tus brazos empiecen a padecer el esfuerzo. Parece mentira, pero tus piernas pueden aguantar, pero tal vez te fallen los brazos.
Otro aspecto clave es la transición de ir de pié a ir sentado. Hay que tener cuidado, porque en esas rampas ya vas muy despacio, y el cambio de postura te hará disminuir más la velocidad, por lo que puedes llegar a estar cerca de la velocidad de equilibrio inestable. Y yendo sentado, el cambio de las manos en los cuernos (cuando vas de pié ahí las llevarás, y al pasar a sentado, inicialmente ahí quedarán) a las manos al centro del manillar (postura más natural) también puede darte un buen susto (y ojo, que el susto en estas pendientes puede acabar con tu cuerpo en el suelo... y luego será casi imposible que vuelvas a arrancar sin que alguien te ayude).
Cuando vas sentado, si vas muy atrás en el sillín, puede ser que la rueda delantera se te levanté. En general el cuerpo es sabio, e instintivamente se desplazará hacia adelante, de tal manera que puedes acabar sentado en la puntita del sillín. Así la rueda delantera no se levantará. Ahora bien, algún susto te llevas antes de que la naturaleza actúe sabiamente.
De vez en cuando hay que levantarse. Si vas mucho tiempo sentado, al hacer tanto esfuerzo, la zona de los riñones se resiente, se va cargando. Pero según avanza el puerto, también los brazos se irán cargando. Estos puertos requieren resistencia física..pero sobre todo resistencia mental.
Porque es duro cuando ves el cuentakilómetros a 5 km/h o incluso menos. Yo en todos los puertos lo hago, pero en éstos especialmente, miro la altitud y no me preocupo de los kilómetros que faltan. 8 km, 7,9 km, 7,8 km. te puedes desesperar, porque los kilómetros pasan muy lentos. Sin embargo la altitud varía más rápidamente (normal, con las pendientes de las que estamos hablando). Aún así, hay que tener fortaleza mental. Habrá momentos en los que quieras tirar la maldita bici montaña abajo. Habrá momentos en los que sientas que tus músculos están a punto de desgarrarse (están sometidos a un esfuerzo máximo), las rodillas también se quejarán. pero hay que seguir. Una pedalada. Otra. Y otra más. Y, teniendo fé, llegarás a un leve descanso al 12-14%. En ese “descanso” hay que recuperar, no forzar, subir a mínima velocidad, para que bajen las pulsaciones. Y afrontar el siguiente tramo cercano o superior al 20%. Y aguantar hasta el siguiente descanso. Suena raro, pero puedes descansar en un 12-14%. Es una sensación única, hay que vivirla.
Y cuando estás al 12-14%, y de repente ves que la cuesta se inclina aún más, no te puedes acojonar, no puedes pensar: “buff, no voy a poder subirlo, eso tiene que ser más de un 20%”. Hay que coger el toro por los cuernos, en este caso por la bici, ponerte de pié y aguantar todo lo que puedas, para luego seguir retorciéndote sentado.
Harás eses, porque de esta manera rebajarás un poco la pendiente. Y un punto menos de % se nota. Eso también te saldrá instintivo... pero ojo, no por ello hay que descuidar lo que oigan tus oídos. Si oyes un motor, como sea, tendrás que irte a tu derecha. Porque un coche puede llevarte por delante. Mi experiencia es que en estas fuertes pendientes los conductores suelen ser respetuosos. pero nunca olvidar que somos la parte débil. si hace falta mejor poner pié a tierra, antes de ser arrollados.
Puede ser que llegue un momento que literalmente no avancemos. En esos casos tenemos dos opciones: bien poner el pié en tierra, bien apretar los dientes y hacer un minisprint, para coger un poco de velocidad, y luego aprovechar la inercia, para seguir con un ritmo un poco más alto del que llevábamos anteriormente. Esos minisprints probablemente nos llevarán a nuestro límite. por lo que si empezáis a hacerlos desde el principio del puerto será un mala señal, probablemente ese no sea vuestro día para vencer al coloso.
Iniciad el puerto con los botellines cargados y luego id bebiendo en pendientes menores al 15%. En las pendientes mayores ni penséis en beber, el movimiento que hay que hacer para llevar el botellín a la boca puede llevarte a besar tierra, porque te desequilibrarás.. Si pones pié a tierra para repostar en alguna fuente que la Divina Providencia haya puesto en el camino es probable que no vuelvas a arrancar, así que mejor ir provistos de agua para llegar hasta arriba. Con el esfuerzo brutal que haréis, os hará falta ir bebiendo, más aún en días de calor, que será cuando probablemente os enfrentéis a estos retos (porque en invierno, la nieve os impedirá llegar a la cumbre).
Para finalizar. No rebaséis vuestros límites, al menos no demasiado tiempo. Es muy bonito vencer a uno de estos puertos, pero más bonito es poder contárselo a todo el mundo. Son puertos muy duros, puede ser que con el desarrollo que tenemos no podamos con ellos. No es ninguna vergüenza tener que volver otro día, con un desarrollo más adecuado. No intentéis llevar en estos puertos 10-20 pulsaciones más de lo habitual de manera continuada. podéis no contarlo.
Una vez vista la teoría, habrá que pasar a la práctica. Ahora sí, ¡vamos a por el tríptico infernal! Los tres monstruos que voy a comentar tienen una primera parte entre árboles, en la que realmente poco paisaje se puede ver (sin contar que lo más probable es que vayamos todo el rato mirando el suelo) y luego una parte final, donde desaparecen los árboles y nos adentramos en parajes de alta montaña, siempre diferentes, siempre espectaculares.
Todas las fotos las tomé en la bajada. Por cierto, la bajada de estos puertos con tanta pendiente también se la trae. Si soltamos un poco el freno la bici se embala en un santiamén, consecuencia de las fuertes pendientes, y a lo mejor no la podemos volver a parar. Si frenamos todo el rato, las zapatas se nos calentarán, y empezarán a hacer un ruido muy característico.
Mi recomendación es ir parando de vez en cuando, sacar fotos y luego proseguir la bajada, una vez las zapatas se han enfriado un mínimo. E ir siempre con zapatas nuevas.que estos puertos se las comen. ¡Llevaos ropa de abrigo para las bajadas! Porque entre la sudada con la que llegaréis a la cima, y el frío viento que probablemente os recibirá, mejor sed precavidos, para no coger una pulmonía.
Ahora sí, ¡empezamos!
A los aficionados al esquí y al Torneo de los 4 trampolines probablemente les suene Kitzbühel, la localidad austriaca donde se celebra una de las 4 pruebas. Los aficionados al ciclismo puede ser que alguna vez hayan visto alguna etapa de la vuelta a Austria. Tal vez recuerden haber visto a los profesionales subiendo muy despacio. señal de rampas duras. esa es una etapa clásica en la Vuelta a Austria, que se sube casi todos los años, y que termina en la Alpenhaus del Kitzbühelerhorn.
Pero no nos adelantemos. Primero tenemos que adentrarnos en el Tirol Austriaco, llegar a la hermosa ciudad de Kitzbühel y dirigirnos a la salida del pueblo dirección St. Johann in Tirol. Fácilmente encontraremos el desvío al Kitzbüheler Horn, el cuerno de Kitzbühel. Se llama así porque en su cima la televisión austriaca ha instalado una antena brutal. La subida es de pago para los vehículos a motor (hay una barrera de peaje), y hay un parking (pequeño) abajo de todo, que nos vendrá de perlas si venimos en coche y queremos subir con nuestra flaca.
Aunque me hubiera gustado haber iniciado la subida antes, el tener que hacer 700 km desde la localidad suiza de Interlaken, hizo que empezara la subida pasada las 15:00, con 26°C.
Kitzbühelerhorn comienza con un kilómetro suavecito, para calentar. Tanto es así que nuestros amigos austriacos ni lo cuentan, lo desprecian. ¿Cómo es eso? Pues nada, ellos han clavado un cartel que pone “Kilómetro 7” en el segundo kilómetro, el primer kilómetro por encima del 10%. Y van contando de manera decreciente: 7-6-.-1, de tal manera que la cumbre para ellos concluye en lo que se conoce como Alpenhaus.
La verdad es que lo de contar los kilómetros que tienen sólo más de un 10% es un plus, ¡estos austriacos parecen de Bilbao! Pero para serlo de verdad, deberían contar hasta la misma antena, ya que desde la Alpenhaus hasta las antenas de TV hay otros dos kilómetros totalmente brutales.
El caso es que yo suave, suave, hice ese primer kilómetro de calentamiento y llegué al cartel de 7 km que han puesto los austriacos. Junto al cartel hay una máquina, en la que si metes dos euros, te registran el tiempo hasta la Alpenhaus, quedando para la posteridad. Yo, por supuesto, no me descentré y tiré para arriba... ¡bastante tenía con intentar llegar hasta la cima!
Porque, amigos míos, cuando inicié la subida, me recorría ese expectación de las grandes ocasiones. Esa incertidumbre por no saber si sería capaz de subir o no. El año pasado había superado el Anglirú y Ancares por Pan do Zarco, pero aquí estábamos hablando de un puerto de casi 100 puntos APM más. El saber que el puerto que estás a punto de afrontar puede llevar tu cuerpo al límite, y que puede ser que tengas que poner pié a tierra es una sensación única e irrepetible. La de las grandes ocasiones.
Antes de llegar a la barrera del peaje me adelantó un cicloturista austriaco resoplando como una locomotora. Se fue alejando, pero muy poco a poco. Hummm. ese no llega hasta las antenas, me dije, va demasiado al límite. Y no me equivoqué.
Yo no intenté seguirle. Podía haber ido un poco más rápido, pero había que regular. Pedalada a pedalada iba avanzando. Pasé la barrera de peaje sudando ya como un buey arando. El encargado de la barrera me saludo con un gesto de reconocimiento. no serán muchos los que se animen a intentar subir, sobre todo en bici de carretera. Porque menos el que me había pasado subiendo, el resto de cicloturistas que vi, todos bajando, iban con mountain bike.
Para entretenerme iba leyendo las pintadas en la carretera. Dedicadas a los profesionales, y a carreras amateurs y cicloturistas. Especialmente divertidas eran las que dedicaban a una madre sus hijos.
No es por ser vanidoso, pero estaba subiéndolo muy bien, en ningún momento el Kitzbühel me estaba llevando a mi límite. Hubo un momento en el que sabía que, si nada se torcía, llegaría hasta la Alpenhaus. Aunque también sabía que no podía confiarme. En el último kilometro y medio antes de ese descanso forzoso la cosa se pone muy seria, por encima del 20%. Una pintada en el suelo me avisó: “Let's Rock”. ¡Menudo cachondo el que la pintó! Casi al instante tuve que ponerme de pié y afrontar un par de rampas señaladas por un cartel del 21,4% y del 22,3%. ¡Superadas! Ya veía la Alpenhaus, la primera parte del Cuerno era mía.
Como podéis ver en la foto inferior, hay una construcción donde llega un teleférico y también un bar. Allí vi el ciclista que me adelantó al comienzo de la subida, todavía resoplando. Jeje, mucho no me había sacado, y cuando vio que iba a continuar, me saludó con respeto. Él no se iba a animar.
Porque, queridos Amigos, en la explanada de la Alpenahus hay una barrera, que no queda más remedio que atravesar a pié. De ahí el descanso forzoso del que os hablaba hace un rato. Y ahí casi consigo que me detenga la policía, por destrozar el mobiliario urbano de Austria. Para arrancar de nuevo me apoyé con las manos en la barrera por un extremo, para así meter las calas en los pedales automáticos y no tener problemas. Pero hete aquí que la barrera era un cilindro metálico hueco, de mucho menor peso del que yo me suponía. Así que el otro lado del que me apoyé se elevó a las alturas, y si me descuido hubiera caído al suelo. menos mal que reaccioné a tiempo y conseguí que la barrera volviera a su posición inicial. Me apoyé esta vez en el centro de la barrera, y ahora sí que me pude lanzar a por los dos últimos kilómetros. Empezaba parado y me recibía un 16%... tuve que apretar los dientes, para ganar velocidad, además de por orgullo. Después del espectáculo de la barrera, unos cuantos austriacos que habían subido hasta allí para disfrutar de las vistas (cómodamente en sus coches) me miraron y sacudieron la cabeza cuando estuve a punto de tirar la barrera.., sólo faltaba que me hubiera caído, para que se hubieran carcajeado a mandíbula abierta.
Superado ese arranque muy complicado desde 0 km/h, los dos últimos kilómetros no eran ninguna perita en dulce, tenían trozos muy exigentes. Había mucha gente caminando, incluso algunas vacas, y había que sortear todos los obstáculos, y seguir subiendo.
A 300 metros del final hay otra barrera que también hay que sortear a pié. Ves la antena ya muy cerca, pero también ves una rampa que tiene que superar el 20%.... ¡a por ella!
¡Kitzbüheler Horn superado!
Los dos últimos kilómetros se me hicieron largos, para que engañaros. Y el el último kilómetro y medio antes del Alpenhaus es muy exigente. pero, en general, creo que es un puerto que cualquier cicloturista entrenado y con capacidad de sufrimiento puede subir. Tiene rampas muy duras, pero no excesivamente largas, por lo que son salvables.
La verdad es que el espectáculo desde la cima recompensa sobradamente el esfuerzo realizado.
Tras enfrentarme al Kitzbüheler Horn dos días antes tenía la moral por las nubes. Me hubiera gustado haber subido el Grossglockner austriaco el martes, pero la lluvia hizo que me tomase un día de descanso. Así dejé una excusa para volver a Austria. y ese día de descanso no me vino mal.
El miércoles desayuné abundantemente, cargué el coche y me puse en marcha. Estaba en Zell am See, en el Sur de Austría, y mi idea era pasar a Italia. Muy cerca de la frontera, en Ovaro, me esperaba el segundo monstruo del tríptico infernal: el Zoncolan.
Todos los aficionados al ciclismo lo conoceréis, es la respuesta que los italianos sacaron cuando la Vuelta a España subió el Anglirú asturiano. El Zoncolan tiene dos vertientes, una menos dura por Sutrio (aunque el final se las trae) y la vertiente de Ovaro. Primeramente el Giro de Italia lo subió por el lado “flojo” en 2003. No convenció. Los 3 últimos kilómetros eran duros, pero eran sólo 3 kilómetros. En 2007 el Giro lo subió por su vertiente de Ovaro. Y ahí sí que el Zoncolan se ganó el sobrenombre de “El Kaiser”. Así lo conocen ciclistas y cicloturistas de todo el mundo.. . oír su nombre hace que muchos se cuadren con respeto.
Ovaro se ha aprovechado de la fama que el Zoncolan le ha brindado. Hordas de valientes se encaminan en peregrinación a intentar vencer al Kaiser. Tal es así que en todo el pueblo hay que pagar si aparcas el coche. y no es nada barato. La suerte me sonrió y vi un cartel que señalaba al ambulatorio de Ovaro. allí me dirijí, y vi un aparcamiento relativamente grande y que no era de pago. Había muchos sitios libres, así que aparqué sin remordimiento de conciencia, si algún enfermo venía tendría de sobra donde aparcar. Pasada las 12:00 del mediodía y con 30 °C me dispuse a enfrentarme al segundo componente del tríptico infernal.
El Zoncolan es un puerto muy fácil de memorizar. Tiene dos kilómetros suaves hasta llegar a Liaris, desde allí son 5 kms a más del 15%... si los superas vencerás el Zoncolan.
Subí hasta Liaris con mi 34x29 suave, suave. La carretera está muy bien asfaltada, y es suficientemente ancha. Hay carteles más o menos cada 500 metros con la foto de ciclistas con grandes actuaciones en el Giro que indican cuánto queda hasta la cima y que suponen una animación. Al pasar Liaris ya se ve lo que se avecina. Apreté los dientes, ¡y para arriba!
¿Qué son 5 km al 15 %? Una machada, una auténtica machada. No es un rampa al 15%, que en condiciones normales ya nos parece dura. Es estar mucho rato al 18-20%, y tener algún “descanso” al 12-13%. El primer kilómetro al 15% lo vas pasando relativamente bien, todavía fresco. El segundo kilómetro, al 16%, ya se empieza a sufrir. Ahí me puse en el centro de la carretera y empecé a hacer pequeñas eses, para acortar la pendiente. Tercer kilómetro, el más duro, al 16,3%, con una rampa muy dura al 20-22%... ahí confieso que las pasé canutas, fue mi peor momento del tríptico infernal, la velocidad empezó a disminuir, me costaba horrores dar cada pedalada, ya me empezaba a pasar por la cabeza el que tal vez el puerto me iba a vencer, que si esa fuerte pendiente seguía mucho más era inhumana cuando de repente la pendiente cedió un poco. ¡Sí! Había entrado ya en kilómetro al 14,6%, todavía muy duro, pero no ya con rampones a más del 20%. Había que seguir apretando los dientes, pero lo más duro ya había pasado. Siguiente kilómetro al 14,9%, el último de los 5 kilómetros duros. ví la foto del gran Indurain al fondo y supe que iba a poder con el Zoncolan. Una vez superado a Miguelón, la cosa ya suaviza claramente.
Ahora tocaba disfrutar. Los túneles, los famosos tres túneles. Estrechos, el único punto del Zoncolan donde sólo cabe un único coche. Antiguamente debían tener barro y estar en perenne oscuridad. Ahora en cambio tienen firme seguro, y se iluminan cuando alguien entra dentro de ellos.
Una vez pasados los tres túneles, último kilómetro. Empiezas a atisbar la cima. El Zoncolan guarda su última trampa pero, a estas alturas, cualquier cicloturista que ha llegado hasta aquí conquistará. ¡Por fin! ¡Kaiser derrotado! Encima tuve la suerte de que allí estuvieran un grupo de motoristas alemanes, que inmortalizaron el momento con propiedad (¡mejor que con selfie!). Pocos “Danke”s habrán oído tan agradecidos como el mío en toda su vida.
El paisaje desde la cima tal vez no sea demasiado espectacular, pero a mí me daba igual, tal era la satisfacción interior que sentía. ¡No todos los días se vence al Kaiser! Y creo que la placa que hay a la cima al ciclista escalador refleja a la perfección lo que es el cicloturismo.
Antes de acabar, quería hablaros de uno de los hombres cuya fotografía ondea en el calvario del Monte Zoncolan, Fiorenzo Magni. Aunque consiguió tres Giros de Italia y 3 Tours de Flandes, al coincidir con Bartali y Coppi, su nombre no es tan recordado por culpa de sus famosos contemporáneos.
En el Giro de 1956 se rompió su clavícula izquierda en la etapa 12. Como no podía hacer fuerza con su brazo izquierdo, y ese era el año en el que había anunciado su retirada, no quiso abandonar el Giro, y por ello, con un trozo de goma que ató al manillar y apretándolo con fuerza con los dientes pudo no forzar sobre el brazo izquierdo y seguir en carrera. En la etapa 16 se cayó en un descenso, con la mala suerte de caer sobre el hombro lesionado. tal debió ser el dolor que se desmayó y le metieron en una ambulancia. cuando se despertó y se dio cuenta que estaba en una ambulancia, mandó que la pararán y volvió a montar en la bici, consiguiendo entrar con el pelotón, ya que esté premió su gesto de valentía esperándole. Ese Giro lo ganó el luxemburgués Charly Gaul, el conocido como “ángel de las montañas”, en tal vez la etapa más mítica de la historia, remontando 16 minutos en una etapa con nieve y hielo donde más de 60 corredores abandonaron. Pero no menos impresionante es que Fiorenzo Magni quedará segundo, a tan solo 3 minutos y 27 segundos. Magni, que en paz descanse, es un ejemplo de lo que es el ciclismo, y tenía que terminar con él esta segunda parte del tríptico infernal.
Después de haber vencido al Kitzbüheler Horn y al Zoncolan, sabía que el Grosse Oscheniksee estaba a mi alcance. Tras subir el día anterior el Zoncolan había vuelto a entrar a Austria y estaba durmiendo en el pequeño pueblo de Ausserfragant. Me esperaba el puerto con mayor coeficiente APM del tríptico infernal, debido a que es el más largo (17 km, los últimos 10 al 12,7%),y el que sube a una altitud mayor (2394 m) y el que vence un desnivel mayor (1700 m). Pero no tiene rampas de más del 21% y las que superan el 20 % no son demasiado largas. Por ello, tras la confianza ganada al haber superado 2/3 partes del tríptico infernal, sabía que podía conseguirlo.
Dicen que siempre hay una primera vez para (casi) todo. La noche del 27 al 28 dormí por primera vez en un Sport Hotel. La verdad es que lo ví me gustó. Al final es un hotel orientado totalmente al deporte, donde organizan varias actividades con monitores para hacer diferentes actividades (andar en bici, trekking, running, esquí de fondo en invierno, natación,.). La comida está pensada para deportistas. Y todo ello en medio de la naturaleza, pudiendo respirar el aire puro que se respira a 700 m de altura. Jeje, de todas formas, lo de subir al Grosse Oscheniksee debe ser otra categoría, ya que en recepción cuando se lo comenté se me quedaron mirando como si hubieran visto un marciano.
Porque el tercer elemento del tríptico infernal empieza, como quién dice, de la misma puerta del hotel. ¡Así que ese día no tocaba desplazamiento en bici! Desayuné tranquilo, hice el check out, dejé el coche cargado con las cosas en el aparcamiento. ¡y me puse a subir!
Hacía 15 °C, pero enseguida entré en calor, con los dos kilómetros iniciales a más del 10%. Luego un kilómetro un poco más suave, y luego la bajadita. Otros dos kilómetros suaves, hasta pasar Innerfragant. Ahora tenía que andar con cuidado para no pasarme el desvío. Sí, el desvío, porque tenía que coger un camino privado, de una compañía eléctrica que me llevaría a la cima del Grosse Oscheniksee. Como iba prevenido, vi fácilmente la barrera. Tocaba bajarse de la bici y pasar por debajo. En esta ocasión, la barrera tenía un candado que impedía que se levantara, por lo que podía apoyarme en ella para arrancar, no había riesgo que liara una como estuve a punto de liarla en el Kitzbüheler Horn. Ahora sí, empezaba la parte complicada de la ascensión.
La verdad es que el Grosse Oscheniksee es un puerto muy metódico. Zonas de recta generalmente a un 14-16% (en algunos momentos puntuales pudiendo superar el 20%) y luego una curva de herradura, bien de izquierdas, bien de derechas donde la pendiente baja hasta el 10-12% (en alguna incluso un poco menos). 42 curvas de herradura amenizan la subida.
A los 2 kilómetros de haber pasado la barrera, vi a 4 cicloturistas, con bici de carretera bajando. Si realmente llegaron hasta la cima, ¡tuvieron que haber madrugado de verdad! El resto de la ascensión ya solo vi alguna ardilla. Es también una de las cosas que se disfrutan de esta ascensión, esa tranquilidad, el sólo oír la naturaleza y el viento.
La gran dificultad del puerto es el firme, que no está en demasiado buen estado. Es perfectamente transitable, pero hay lugares que por las raíces de los árboles está un poco levantado. Luego hay zonas donde hay baches, entiendo que por la acción de la nieve y el hielo; y unas especies de canillos para conducir el agua de lluvia y el agua de la nieve cuando se deshiele. En algunos de esos “agujeros” y “canalillos” ha crecido hierba y es bastante peligroso pasar con la bici, sobre todo pensando que es firme, porque no lo es y la rueda pueda patinar fácilmente y tú llevarte un susto y estar a punto de caer al suelo... Además hay trozos de ramas de los árboles que se han caído por el viento. si pasas por encima de una de ellas, puede que también pierdas tracción de la rueda trasera, y te lleves otro buen susto. ¡No digáis que no os he avisado! Además la carretera es estrecha, para un coche, por lo que hay que tener cuidado con hacer “eses”, porque te puedes acercar muy peligrosamente a la cuneta y meterte un buen castañazo. Vamos, ¡que no hay que despistarse ni un segundo!
Es un puerto largo. Y que esconde trampas. El ingeniero que lo diseñó debía ser un poco capullo. Cuando llevas un par de kilómetros “tranquilos” y piensas que tampoco es para tanto,¡zas! Ahí llega el Grosse Oscheniksee con una rampa a más del 20%. Y alguna de ellas más largas de lo que se puede pensar viendo la altimetría. Al menos tiene una cosa buena, y es que en el camino hasta la cima hay otras dos barreras, que también hay que pasar desmontados. por lo que es un buen momento para coger aliento y tal vez comer alguna barrita energética.
Mi altímetro iba subiendo. 1200 m . 1400 m. 1600 m. 1800 m. Llegó un momento en el que abandoné el bosque que me había cobijado toda la subida, y entre en terreno de alta montaña, con roca, haciendo la subida más entretenida.
Había un poco de niebla pero, afortunadamente, no me privó de disfrutar del espectacular paisaje. El final estaba más cerca. Ello hizo que redoblara los ánimos. Estaba llegando a las dos horas de esfuerzo, dos horas sin bajar del 10 %. Y el Grosse seguía guardándose algunas trampas de más del 20%, con la carretera en pésimas condiciones y con las fuerzas flaqueando.
¡Pero Iba a conseguirlo! No había llegado hasta allí para poner pié a tierra. Divisé la caseta de la Empresa Eléctrica. ¡Ya casi lo tenía! ¡Un último esfuerzo!. ¡Aúpa! Buscando las últimas fuerzas que me quedaban me puse de pié y coroné. ¡Conseguido! ¡Grosse Oscheniksee al zurrón y tríptico infernal completado!
En la cima hay un embalse con agua de un color maravilloso, ello junto la montaña y la niebla componían una fotografía que me acompañará el resto de mi vida. Inolvidable. Los 17 kilómetros habían merecido sobradamente la pena. En las fotos podéis ver el sentimiento de felicidad que me embargaba en dicho momento. ¡Y no era para menos!
En lo que duré mi vida siempre recordaré el maravilloso paisaje que reinaba ante mis ojos. Había completado tres de los puertos más duros que se pueden hacer en Europa en bici de carretera, aquellos maravillosos paisajes eran el premio a mi pequeña gesta. Ahora bien, tras la Alpenbrevet y el Tríptico Infernal aún me quedaba la Otztaler Radmarathon. ¿Conseguiría completarla y poner el broche de oro a los 10 mejores día de mi vida cicloturista (hasta el momento)? En breve lo sabréis... de momento disfrutad de la cima del Grosse Oscheniksee.
Los tres puertos que componen el tríptico infernal son realmente duros. En mi opinión el Zoncolan es claramente más duro que el Kitzbúheler Horn. Y diría que también un poco más duro que el Grosse Oscheniksee, aunque por muy poco.
Ahora bien, para mi sigue siendo más duro el Anglirú. Los 4 puertos se pueden subir con entrenamiento, teniendo cabeza y sabiendo sufrir. Pero esos 450 m de la Cueña les Cabres del Anglirú al 23,6% te llevan al límite, exigen que saques lo máximo de tu interior. En la parte central del Zoncolan sufrí mucho, pero no llegué a estar en equilibrio, sin ir para adelante o para atrás, como me pasó en el Anglirú.
De todas formas también es cierto que afronté este tríptico infernal que os he descrito con casi 10 kilos menos de los que tenía cuando subí el Anglirú. Además del Anglirú poco pude ver, porque lo subí en medio de la niebla. Hummm....tendré que volverlo a subir, a ver si esta vez me parece tan duro. ¿Alguien se anima?