MÁLAGA LOS PERDIGONES
Río Genal y Faraján
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Altitud: 1074 m Distancia: 14,16 km Desnivel: 709 m Pendiente Media: 5 % Coeficiente: 154
 

Altigrafía y comentarios enviados por:
Miguel Baeza y Martín Cerván

 

Localización: Partimos en el vado sobre el río Genal en el camino entre Jubrique y Faraján. En dirección a este último nos dirigimos y, poco antes de alcanzarlo, cambiaremos de carretera. Se trata de la MA-516 que va desde Faraján a Alpandeire y que pasa a denominarse MA-515 desde Alpandeire hasta la cima del puerto y aún hasta el cruce con la A-369.


Especificaciones: Unos primeros 50 m. sin asfalto dan paso a 4 kilómetros de reciente asfaltado por una carretera en excelente estado y de unos 4,5 m. de ancho como mucho, aunque sin señalización vertical ni horizontal. La vegetación nos acompañará y durante buenos trechos nos cobijará del calor de los rayos del sol.
A partir del cruce con la MA-517 la carretera empeora notablemente, aunque aparece la señalización vertical y la horizontal (bastante borrosa, por otra parte). La vegetación irá poco a poco desapareciendo hasta que, a partir de Alpandeire, tan sólo nos quede la roca caliza. Los últimos 4 km. de ascenso, no obstante, han sido reparados y se ha aumentado el ancho de la calzada hasta unos 5,5 m., dotándolos, además, de una completísima señalización.

Fuentes: No hemos observado ninguna durante el ascenso. Si encontramos cerrada la Venta la Vega, situada al pie del río y cercana a la carretera, siempre podremos surtirnos de agua en alguno de los bares de Faraján o Alpandeire.

Comentario: En ocasiones un puerto duro termina defraudándonos porque el entorno en que se encuentra no nos permite disfrutar de una ascensión placentera ni gozar de unos paisajes gratos a nuestra vista. En otras ocasiones se invierten las tornas y, ante una belleza despampanante, apenas unas suaves rampas oponen resistencia a nuestro pedaleo.
Sin embargo, en el Valle del Genal y, en concreto, en Los Perdigones hemos creído encontrar un término medio, el aura mediocritas de los puertos.
Si buscamos rampas duras, las hallaremos de hasta el 22,5%; si buscamos relajarnos en un recodo cualquiera de la sierra al amparo de una encina o, sencillamente, sentarnos en un quitamiedos durante unos instantes para dar un sorbo de agua dejando que nuestra mirada se pierda en el horizonte, encontraremos múltiples lugares para satisfacer nuestros deseos.
Comenzamos a subir el puerto junto a las claras aguas del Genal, bendito Genal, que, como si quisiera atraparnos en las redes de su embrujo, ha excavado una profunda angostura entre montañas que dificultará nuestra salida: unos 200 m. cercanos al 15% y máximas del 22,5% serán la llave que nos abra la puerta del valle. Y aquí, en la misma puerta, traza la carretera sus dos primeras herraduras, herraduras que han sido cementadas para evitar riesgos de patinaje a los vehículos de motor.
Termina el cemento y suaviza la pendiente, que nos brinda un leve respiro. Nos admiramos –ya entre encinas- de la prontitud con la que hemos alcanzado altura sobre el río, allá abajo. Después de todo parece que no ha sido para tanto, aunque el primer contacto ha disparado -¡y de qué manera!- nuestras pulsaciones. Pero si creemos que esto ha sido todo, estamos muy equivocados.
Tan equivocados como que después del descansillo se van a suceder dos km. de máxima exigencia: sólo alguna que otra herradura vendrá a aliviar la constante sucesión de rampas de dos dígitos que se van interponiendo ante nuestra atónita mirada. Cuando la vegetación que cubre el camino lo permite, nos entretenemos –tiempo hay a la velocidad a la que nos desplazamos- observando las lomas circundantes: allí se ven las herraduras que traza la carretera que lleva a Jubrique, allí Benadalid apostada entre riscos, allí clarea el bosque y se entrevé un aprisco de cabras que pastan retozonas.
Y curvas y más curvas y rampas y más rampas hasta que paulatinamente éstas últimas tienden a ir cediendo. Entonces el relajo será completo, la sangre fluirá con normalidad, ganaremos un poco de velocidad sin esfuerzo.
Avistamos varios caseríos frente a nosotros, avanzadilla de Faraján, que nos reciben con nuevas rampas hostiles hasta alcanzar el cruce que tomaremos hacia Alpandeire. Cambio de carretera y un leve descenso. Ya pasó lo peor, sí, pero aún nos quedan 10 km. hasta el puerto.
El pueblo a nuestra izquierda, abajo, y más allá el azafranado tapiz que teje el otoño en las hojas de los castaños. Adelante continúa la carretera, de nuevo ascendente, y la blanca caliza que antes atisbábamos en lontananza se muestra ya cercana, tras una primera loma que se resiste a perder su verde fronda.
Después de dejar atrás Faraján, la carretera, como decíamos, continúa ascendente y con rampas no exentas de dureza. No obstante, pasado un nuevo kilómetro de cierta exigencia venimos a coronar un altillo que, esta vez sí, dará verdadero respiro a nuestras esforzadas piernas. Algo más de un kilómetro de descenso y otro más de falso llano que nos situarán en el siguiente pueblo.
Hemos dejado atrás, raudos, el monumento en honor a Fray Leopoldo, y al punto se presenta ante nuestros ojos la figura de Alpandeire, cal viva, vivísima, con su impresionante Iglesia de San Antonio de Padua descollando entre sus apretadas techumbres. La Catedral de la Serranía, como es conocida por su tamaño, data de mediados del S. XVI, aunque su apariencia actual se debe a una reconstrucción del S.XVIII.
Del blanco de las casas pasamos al de la roca. La caliza de los cerros de Jarastepar nos va a acompañar durante el resto de nuestro ascenso. Al igual que ocurre en puertos cercanos como el Navacillo, pasamos aquí de una tupida vegetación a un paisaje cuasi lunar. Las encinas, los castaños, toda fronda, en definitiva, quedó allá en la profundidad del valle.
Nuestro rumbo Oeste y las fuertes y continuas rampas, que nos hacen ganar altura nuevamente de una manera acelerada, nos permitirán pronto contemplar la Sierra Crestellina y distintos pueblos encaramados en las lomas del Poyato: intentamos distinguirlos... aquél es Algatocín; este otro Benalauría o tal vez Benadalid; ése, Benarrabá. Y, cuando estamos un poco más altos, también Atajate. Así es como hacia el Sur, rumbo al Guadiaro y luego al Mediterráneo, corre presuroso el Genal abriendo su fértil valle, engalanado con un hermoso collar de perlas blancas.
Seguimos nuestro ascenso, pero ya por una carretera recientemente arreglada. Si las ruedas no deslizan mejor, no será achacable al asfalto, sino a la pendiente. En esto coronamos un pequeño altillo a medida que la carretera traza un giro hacia la derecha. Sobre nosotros vemos los quitamiedos, indicio claro de por dónde habremos de subir, pero hasta llegar allí salvaremos una curva de vaguada muy abierta, en cuyo interior hallamos un oasis de lo que nos parecen ser árboles frutales. El viento, si sopla de levante, lo hará aquí de manera frontal y con más fuerza al encontrarnos desprotegidos por un momento.
Al salir de la vaguada nos topamos frente por frente con la carretera que sube hasta el vecino puerto de Encinas Borrachas y, una vez que volvemos a enderezar rumbo Norte, atisbamos ya el collado de los Perdigones.
Tan sólo un kilómetro, tal vez poco más, nos resta para alcanzar su cima, pero es ahora, en este momento, cuando mayor espectacularidad alcanzan las panorámicas: tras la Sierra Crestellina, el Peñón de Gibraltar, y más allá, entre la bruma, la silueta del monte Hacho en el vecino continente. Junto a la Crestellina y, en casi primer plano, la Sierra Bermeja. Todo el valle se destapa ante nuestros perplejos ojos.
Las pocas rampas al 10% y al 13% que nos restan, no podrán ya impedirnos que nos congratulemos de coronar el puerto.


Fotos:
Vado sobre el Genal. A la derecha la Venta la Vega:


Primeros 50 m. aún de pista:


Y aparecen las rampas serias:


Y las dos primeras herraduras con porcentajes terribles:




Después de un descansillo, continúa la dureza:


La arboleda nos dará buena sombra durante bastantes tramos de esta primera parte de la subida:


Una nueva herradura:


Aquí la pendiente se sitúa al 16%




Una corta tregua...


Y arriba nuevamente:


Dos perspectivas de una mi


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