MÁLAGA TORCAL DE ANTEQUERA
Villanueva de la Concepción
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Altitud: 1225 m Distancia: 11,1 km Desnivel: 815 m Pendiente Media: 7,34 % Coeficiente: 214
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ML09
Torcal de Antequera






Localización: Desde Casabermeja, tomaremos la carretera local MA-3404 y posteriormente la A-7075. Atravesaremos la localidad de Villanueva de la Concepción y seguiremos en dirección hacia Antequera hasta tomar a la izquierda un desvío que nos llevará a El Torcal, poco antes de coronar el puerto de la Boca del Asno.
Especificaciones: Carretera en muy buen estado, con señalización horizontal y sin ninguna sombra. El tráfico no llega a ser molesto, a pesar de ser la ruta de salida de Antequera al mar.
Fuentes: Hay una en la plaza de Villanueva pero hay que desviarse por el centro de la localidad. Hay una nueva en una especie de parque-mirador en la parte alta del Villanueva ya en las últimas casas. Otras dos un poco antes de llegar al desvío hacia El Torcal, pero una de ellas parece que ha dejado de existir. También nos podemos refrescar en el refugio que hay al final de la ascensión.
Descripción: Al sur de la estratégica ciudad de Antequera y ocupando una posición central en la provincia de Málaga, se encuentra el Paraje Natural del Torcal, que forma parte del arco montañoso de las sierras subbéticas. Este macizo está constituido por rocas calizas que, debido a las condiciones geográficas del entorno, han sido erosionadas de una forma especial, dando lugar a una de las muestras de paisaje kárstico más importantes de Europa.
Desde la base de la montaña, bien si se sube desde Antequera, bien si se hace desde el sur por Villanueva de la Concepción, nada hace presagiar que allí arriba encontraremos un espacio tan sobrecogedor como el Torcal, más allá de que se vislumbra perfectamente que la cresta está formada por rocas calizas. La vecina subida al Camorro de los Monteses, fácilmente reconocible por las antenas de su cima, merecerá también una visita cuando nos adentremos por estas sierras.
Podemos dividir la ascensión en tres partes. La primera comienza al pasar junto al Cortijo Casillas y se va a mantener hasta el Km 5,1 aproximadamente, donde, junto a una casa tras pasar una curva de herradura, la pendiente disminuirá ostensiblemente. Aunque hasta Villanueva hay algunas rampas con el 10 y el 11%, va a ser al pasar esta localidad cuando afrontaremos un tramo muy duro, donde la pendiente apenas bajará del 9% y alcanzará un máximo del 13%, por una carretera que serpentea entre campos de cereales y almendros.
La segunda parte estará constituida por 3 km en los que se alternarán suaves rampas y ligeras bajadas que van a permitir recuperarnos del tremendo esfuerzo que henos tenido que realizar anteriormente. Al llegar al desvío hacia El Torcal, en el Km 8,2, comienza la tercera parte que nos recibe con una tremenda rampa casi rectilínea de un kilómetro aproximadamente y una pendiente media del 11%, con un máximo del 13%. Nos recuerda a " La Huesera" de Los Lagos de Covadonga.
Luego, nos iremos adentrando en las espectaculares formaciones rocosas, manteniéndose e incluso incrementándose la dureza de alguna rampa, hasta coronar a 1225 m de altitud. Percibiremos que, a medida en que avanzamos metros, vamos a ir introduciéndonos en un roquedal de formas características, caprichosamente esculpidas por los agentes erosivos en la roca caliza al correr de los siglos, formas que infunden una especie de halo mágico a la escalada, sobre todo si viene acompañada de niebla, algo habitual en estos lares por otra parte. Rodamos, además, por los dominios de la cabra montés, que campa a sus anchas en estos canchales al abrigo de las angosturas de la piedra y de acantilados de difícil acceso para visitantes no gratos.
Tras coronar, un corto descenso nos situará en el punto final de la carretera, donde se ha construido un Centro de Recepción de Visitantes dotado de un pequeño Observatorio Astronómico. Allí encontraremos la pista que nos lleva al mirador de Las Ventanillas, desde donde se divisa un amplio y grandioso panorama.
Tengo que reconocer que a pesar de los años que llevo dando pedaladas, cada vez que vengo a pelear con este gigante se me encoge el estómago. Será quizás que, ya allá en la lejanía, cuando solo parece una bella instantánea para una fotografía, puedo observar con total nitidez la cicatriz rectilínea que marca la ladera por la que minutos más tarde tendré que retorcerme. Lo cierto es que esta ascensión para mí siempre se ha convertido en una lucha desconcertante e imprevisible, independientemente de la época del año o el estado de forma en que me encuentre. En verano he tenido que soportar un tórrido y asfixiante calor, mientras que en invierno, con temperaturas gélidas impropias de estas latitudes, he debido circular entre una espesa niebla o bajo una espectacular nevada. Además, no es una subida que permita mantener un ritmo constante de pedaleo: hay que ir prácticamente a tirones, lo que conlleva un mayor desgaste físico. Avisados quedáis.
(texto adaptado de Cristóbal Bernal Caparrós)


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