Descripción: Saliendo de Arreau el valle d’Aure remonta dicho río (neste) en dirección a España. Se trata de un valle ancho y bastante aislado, ya que el desarrollo industrial del siglo XIX y la vía férrea se detuvieron cerca de Arreau. Goza de un clima privilegiado, ampliamente soleado, y protegido de las perturbaciones del oeste por el Pic Arbizon que domina su capital, Saint-Lary, que luce orgullosa el nombre de San Hilario de Poitiers traducido al gascón. A finales del siglo XIX, esta comarca sufrió, como tantas, un fuerte éxodo rural y hubo de esperar al fin de la 2ª GM y las grandes obras hidroeléctricas del Plan Marshall para que la población creciera de nuevo, dando trabajo a más de 2000 obreros en el valle, y asentándose la mayor parte de esta mano de obra en Saint-Lary. Al término de estas grandes obras fue cuando se lanzó el proyecto de crear una estación de esquí con el fin de mantener el empleo en el valle y continuar el desarrollo de Saint-Lary a través del turismo. Enmarcada por los picos de Tramezaïgues y de Aret, el Pic du Midi de Bigorre y Arbizon, Pla d’Adet ofrece una amplia gama de contrastes meteorológicos a lo largo del año. En 1957, se inauguró el teleférico del Pic Lumière. Más tarde, en 1963, la fusión de St. Lary con Soulan y la construcción de la carretera de acceso a las pistas favoreció el desarrollo de la estación en el sector de Espiaube, siendo elegida por el equipo olímpico francés de esquí para preparar, con éxito, los Juegos de Grenoble 68. Conviene recordar que en 1974 Saint-Lary acogió por primera vez el Tour, con la victoria de Raymond Poulidor en el Pla d’Adet. Desde entonces los finales de etapa, tanto en la urbe como en los puertos de la zona, han sido una constante en los recorridos de la Grande Boucle. Pero hay que estar muy seguro de sí mismo y tener mucha fortaleza para, tras ir escapado junto a Ocaña y otros corredores desde el col del Portillon (a 70 km de meta) y pinchar en el descenso del Peyresourde, ser capaz, como el pequeño belga Van Impe, de meter aún más tiempo a su gran rival Zoetemelk en la subida que decidió el Tour de 1976. Y es que este puerto de 11 km de dura ascensión suele catalogarse como Hors-Catégorie (Especial) en la ronda gala por tener la mitad de su kilometraje total por encima del 9% y superar en varias rampas, demasiadas, el 10%. La simple visión de esa recta infernal cortando la montaña consigue que más de uno inicie la ascensión sin especial motivación, por cuanto sabe que va a tener que luchar contra un enemigo añadido: el tedio. Con todo, cuando, atravesado el río Aure, las primeras rampas se presenten en escena, deberemos enfrentarnos a un reto que más vale que lo tomemos desde el inicio con mucha calma y con el ritmo apropiado. El primer 10% aparece justo cuando la opción de visitar una mina de manganeso ha sido desechada. Y, al trazar la herradura izquierda que da inicio a la larguísima recta, la pendiente va en progresivo aumento y las rampas alcanzan en algún momento el 13%. Solo la llegada de dos nuevas herraduras, casi 2 km más tarde, nos permite descansar psicológicamente, aunque no podamos cejar en nuestro esfuerzo mantenido. Las pintadas en el suelo, muchas con nombres de ciclistas españoles, pueden quizás servirnos de pasatiempo. Alcanzado el bello pueblo de Soulan, la carretera se estrecha y la pendiente disminuye algo. La panorámica continúa siendo grandiosa sobre el valle, si bien cada vez nos adentramos más en la montaña, de la que saldremos definitivamente al girar en la vaguada de l’Espiaube, donde dejaremos a la derecha la magnífica ascensión al recientemente conocido col de Portet, una de las joyas pirenaicas. Llegados a este punto, podemos considerar que los deberes ya están hechos y disfrutar sin especiales dificultades del sensacional espectáculo que sirve de magno escenario a nuestra empresa. Al entrar en la explanada de la estación beberemos en la fuente junto a una coqueta ermita, o seguiremos ascendiendo en busca del punto más alto transitable. |