LA PARADOJA DE LAS CADENCIAS
Alejandro Lucía (fisiólogo de la Universidad Europea), EL PAÍS 19-7-2001
Tour de Francia de 2000. Subida a Hautacam. La cadencia de pedaleo de Armstrong es increíble: por encima de las 90 revoluciones por minuto (rpm). Ni siquiera el gran Miguel Indurain parecía mover los pies tan rápido. Atrás han quedado nada menos que Pantani y Ullrich, atrancados en las rampas más duras. A escasos kilómetros de la meta, y moviendo un desarrollo de 39 dientes (plato grande) por 23 dientes (en los piñones de la rueda trasera), el estadounidense alcanza al Chaba Jiménez, que sube con el 39 x 19. El Chaba se queda a rueda de Armstrong, e intenta imitarle: mete dos dientes más en su corona de piñones. Al poco tiempo, desiste asfixiado. Tiene que descolgarse y volver a su ritmo. Y a su 39 x 19. Y eso que es uno de los mejores escaladores del mundo, y está en forma. Además, el americano se permite ganar la contrarreloj final, en la que sus pies bailan a más de 100 rpm. Su plato, de sólo 53 dientes. Un plato que parecía olvidado por los grandes contrarrelojistas, que suelen utilizar el 54 ó 55. A las puertas del siglo XXI, la lección de Armstrong parece tan sencilla como paradójica: tanto adelanto en materia de entrenamientos, materiales aerodinámicos o medicina, y resulta que el ciclismo moderno ha olvidado lo más importante: aprender a pedalear. Redondo y ágil.
¿A qué cadencia pedalean los ciclistas en el Tour? Aunque depende del ciclista y de la etapa, podemos dar cifras promedio, las de un estudio reciente. En las contrarreloj y en las etapas llanas, los ciclistas suelen pedalear a unas 90 rpm. Cuando suben los grandes puertos, en cambio, la cadencia media es bastante menor, alrededor de 70 rpm. Aunque los buenos escaladores pueden subir a 80 rpm y los que suben en el autobús de los sprinters eligen una cadencia algo más eficiente, de 60 rpm, una cadencia con la que el cuerpo consume menos oxígeno para una misma potencia desarrollada (en vatios). A partir de 90-100 rpm, el gasto energético se dispara. Y es que el corazón y la respiración parecen querer seguir a la cadencia de pedaleo: cuanto más ágil sea ésta, más rápido late el corazón y más aire ventilan los pulmones, con el consiguiente despilfarro energético.
¿Entonces por qué los profesionales pedalean entre 70 y 90 rpm casi todo el
tiempo en vez de utilizar cadencias más económicas (50-60 rpm)? En el llano
(contrarreloj y etapas en línea) no hay más cáscaras que ir ágil, tan rápido
como se rueda. Simple cuestión de desarrollos. Un ejemplo: para llanear a
unos 45 kilómetros por hora a cadencias más económicas (70 rpm, por
ejemplo), los ciclistas deberían mover unos desarrollos durísimos (55 x 11).
Con el consiguiente riesgo de lesionar y de fatigar sus músculos
innecesariamente. Las piernas y las rodillas lo agradecen
¿Y en los puertos? La velocidad baja de 45-50 kilómetros por hora a unos 20 kilómetros por hora (en números redondos), y vale con mover desarrollos más livianos, 39 x 17-21, y pedalear menos ágil, a unas 70 rpm. ¿Y por qué no cadencias más altas? ¿Por qué no el 39 x 23-25 a la misma cadencia que en el llano (90 rpm)? Posiblemente porque en los puertos el corazón y los pulmones tienen que hacer más trabajo que en el llano. Por ejemplo, la cima de muchos puertos está cercana a los 2000 metros de altura, con el consiguiente perjuicio para el intercambio de oxígeno en los pulmones. Y con el trabajo extra que esto conlleva para el corazón. Menos en el caso de Armstrong, cuyo consumo máximo de oxígeno (VO2max) no parece disminuir con la altura, como refiere un estudio científico. Es decir, que su sistema cardiopulmonar apenas se resiente a 2000 metros. Cuenta su entrenador, Chris Carmichael, que cuando reconstruyeron su cuerpo arrasado por el cáncer se había quedado sin fuerza en las piernas para mover grandes desarrollos. Así que se concentraron en trabajar a altas cadencias. Un entrenamiento menos exigente para sus músculos, pero que le permitió desarrollar una increíble resistencia cardiopulmonar.