JAÉN PICO ALMADÉN
Mancha Real
22682
visitas
Altitud: 2038 m Distancia: 28,39 km Desnivel: 1455 m Pendiente Media: 5,1 % Coeficiente: 358
 

Altigrafía y comentarios enviados por:
Miguel Baeza y Martín Cerván

 

Localización: Nos encontramos a los pies de la Sierra Mágina, en concreto, en las inmediaciones de Mancha Real. Partiremos desde el cruce de las autonómicas A-320 y A-316, para subir por esta última hacia el mencionado pueblo. Atravesamos el pueblo buscando la carretera de las antenas o la que nos conduce hacia la Peña del Águila. Metidos en faena, no habrá pérdida.


Especificaciones: La carretera está en buen estado y cuenta con señalización hasta poco después de la salida del pueblo. Luego la pierde, aunque el firme está perfecto. El estado de la pista es otro cantar. A finales de abril de 2011 se podía hacer en bici de carretera y, aunque había tramos bastante delicados, la pista siempre ofrecía alguna zona por la que poder pasar.
¡Atención con algunas barreras canadienses!, ya que las láminas metálicas están dispuestas verticalmente, como “cuchillos”, y podrían destrozar las cubiertas.
Se recomienda, evidentemente, el uso de cubiertas anchas en caso de que no se suba en BTT.
En cuanto a las sombras, abundan desde la salida de Mancha Real hasta el Puerto del Mojón Blanco merced a la presencia de un pinar, siendo tanto antes como después prácticamente nulas.
El tráfico es voluminoso y molesto en los km iniciales hasta Mancha Real. Luego, hasta la Peña del Águila disminuye muchísimo para desaparecer por completo en la pista hasta el Almadén.

Fuentes: Encontramos un par de ellas en el pueblo, la primera se sitúa junto a un parquecito, la segunda, llamada fuente de las Pilas, se ubica junto a una rotonda a la salida de la travesía. Existe una tercera en el km. 8,5 aproximadamente, justo en pleno tramo duro. A partir de aquí no habrá dónde repostar.

Comentario: Puertos los hay de muchas características, aunque básicamente los podríamos reducir de una manera sencilla a dos tipos: los duros y los muy duros. Pues bien, el Pico Almadén habría que clasificarlo en una categoría siguiente, superior, tal vez ésa a la que unos llaman hors categorie y otros especial. Y es que el Almadén tiene una particularidad que lo diferencia de otros aparentemente similares, un “puntito asesino” que te mortifica a medida en que vas devorando (si es que no te devoran ellas a ti) sus rampas, aunque finalmente no te lleguen a doblegar por completo: la tierra.
Puertos con pista de tierra habrá una multitud a lo largo y ancho de la piel de toro, pero híbridos de asfalto y tierra transitable con ruedas finas y, además, con las características de este Pico Almadén no creemos que tantos. Y es que 28 km. de subida –casi la mitad de tierra- y algunos por encima del 10%, rampas de hasta el 15%, más de 1.500 m. de desnivel acumulado y 2.038 m. de altitud son datos a tomar en consideración, si no queremos que el “puntito asesino” del que hablábamos nos obligue a hincar la rodilla bajo la base de sus antenas.
El inicio del puerto, la verdad, es poco halagüeño: la carretera asciende hasta el pueblo por el omnipresente olivar jiennense. Sin rampas de referencia, lo único notable es el volumen de tráfico que habremos de padecer. Y es que Mancha Real es uno de los municipios más prósperos de Andalucía, ya que cuenta no sólo con una evidente industria oleícola, sino también con una maderera, otra de maquinaria e incluso otra relacionada con el incipiente mundo de la informática, por lo que el trajín de coches está asegurado.
Por suerte a la entrada del pueblo nos desviaremos en un cruce perfectamente señalizado en que se nos indica “Peña del Águila” y “Sierra Mágina”, por lo que no existe pérdida: sólo hay que seguir lo más recto posible.
Un corto descenso ya entre casas y retomamos el ascenso por las callejuelas del pueblo, por el que pasamos de soslayo, atravesando un parque en línea recta. Alguna rotonda con varias salidas puede dar lugar a equivocación por lo que es recomendable estudiar bien el itinerario si no queremos hacer kilómetros de más inútilmente.
Poco a poco la pendiente se va incrementando y cuando salimos del pueblo se ha situado por encima del 7% sin visos de que pueda bajar. Abandonamos las últimas casas para adentrarnos en un pinar que termina por ser nuestro único compañero a partir de una bifurcación de la carretera en que debemos seguir rectos ignorando el carril que nace a nuestra izquierda. A estas alturas hemos completado el séptimo kilómetro de ascenso y para entonces las rampas ya se habrán instalado en el doble dígito, porcentajes que van a ser frecuentes y constantes durante cuatro durísimos kilómetros.
A la derecha un cartel nos indica que nos hallamos en el monte “Peña del Águila” y nos informa sobre la repoblación del lugar. Precisamente con el nombre de Peña del Águila es conocida esta subida inicial que nosotros hemos preferido denominar como “Mojón Blanco” por ser el cerro más próximo a la cima. Este paraje, además, está catalogado como Zona de Especial Conservación y se postula como candidato a formar parte de la futura ampliación del Parque Natural por el que transitaremos en cotas más altas.
La vegetación, a la que nos referiremos detalladamente más abajo, nos envuelve por completo disipando, así, de un plumazo esas primeras sensaciones pesimistas que nos había transmitido la subida en su fase inicial.
En plena faena, con rampas del 14-15%, pasamos junto a un camino que nace a nuestra izquierda y que nos lleva a la denominada Cueva de los Murciélagos, una importante oquedad que es posible visitar a pie. Pronto trazaremos una de las pocas herraduras del puerto, a izquierdas, que nos permitirá unas magníficas vistas sobre el pueblo cuando la vegetación ralee. De hecho, poco después de un área recreativa y una fuente, nos vamos a encontrar un magnífico mirador desde donde podemos divisar el característico paisaje de lomas y olivos con pueblos encaramados y, por supuesto, Mancha Real en primer término.
Es precisamente este último, que hemos atravesado de pasada, el que nos llama poderosamente la atención, ya que podemos observar la recta disposición de sus calles, como si hubieran sido trazadas por escuadra y cartabón. Pues bien, la explicación es bien sencilla: aunque los hallazgos en el término municipal datan la presencia humana entre los quinto y cuarto milenios, la fundación de la ciudad con el nombre de La Manchuela no se fecha hasta la época de Carlos V (1537) dentro del proceso de repoblación tras la Reconquista, convirtiéndose en villa más tarde allá por 1573 por orden de Felipe II. El perfecto trazado de sus calles se corresponde milimétricamente con el código de urbanismo y ordenación territorial dispuesto por el rey, una réplica del antiguo trazado ortogonal o hipodámico donde los principales edificios (ayuntamiento, iglesia parroquial, etc.) ocupan el centro de la villa y un par de calles principales –de suma importancia comercial, por supuesto- se cortan perpendicularmente dividiéndola en cuatro partes al más puro estilo de los campamentos militares romanos. No hay nada mejor que una visión cenital para reparar en tales aspectos urbanísticos.
Sin embargo, nos ocupan empresas de mayor envergadura, por lo menos en lo meramente ciclístico. Después del mirador antes referido en que la pendiente menguaba por unos instantes, nos disponemos a atravesar el tramo de mayor dificultad del puerto. Se trata de prácticamente 1,5 km. en que la pendiente media arroja unas cifras cercanas al 12%. Aquí, aunque a nuestra derecha se nos ofrecen unas admirables panorámicas, difícilmente podremos separar la mirada del negro asfalto.
Pero todo es llegar a una nueva herradura –esta vez a izquierdas- y cambia la cosa. Poco antes habremos tenido oportunidad de ver el pueblo de Pegalajar y la carretera de las Siete Pilillas y, al llegar a la curva, la pendiente decrece hasta convertirse en un falso llano. La umbría propiciada por el pinar, eso sí, no se reduce un ápice. Ahora atravesamos verdaderamente la Peña del Águila y, de hecho, una pista a izquierda nos lo indica. Aunque es de suponer que se refiere a un mirador con ese nombre que regala vistas hacia la Loma y toda la Campiña.
El descansillo se consuma en un corto descenso que da paso a los dos últimos kilómetros de puerto asfaltado. Un vasto pinar tañe la nota predominante del concierto de largas rectas de subida hasta el Mojón Blanco. Y aún precisaremos de interpretar acordes al 7% de media en nuestra particular sinfonía de pedaladas.
Acabado el asfalto, comienza la aventura: las imponentes moles de la Sierra Mágina, Magna para los romanos, aguijonean nuestra osadía: audentis Fortuna iuuat será nuestro lema desde este momento.
Y este atrevimiento se verá recompensado. La pista no es precisamente una alfombra de color púrpura, pero sí que nos permite transitar sin problemas, ya sea por la rodadura de los coches, ya por los laterales donde la presencia de las molestas piedrecillas se atenúa. El tramo inicial, al ser en bajada, lo recibimos con cierto agrado, encontrándonos pronto frente por frente con las antenas del Almadén, aún distantes.
Los repetidores son uno de esos denominados males necesarios para la sociedad moderna. Su presencia en la Sierra distorsiona por completo la imagen que un Parque Natural debe ofrecer al visitante. En cambio, hay que notar que su ubicación en el Almadén no es baladí y, ni mucho menos, reciente, por no decir que a estos apéndices metálicos le debemos la construcción y mantenimiento de la pista: como la cobertura televisiva en la provincia durante los años sesenta no era demasiado buena, el gobierno aprobó la instalación de una antena de gran potencia en la cima del Almadén (nótese que esta montaña, además de ser una de las más altas de la provincia, se encuentr


Altimetrías de Puertos de Montaña
- APM -