Especificaciones: Esta vía, abierta completamente al tráfico en febrero de 2.007, sustituye a la famosa “Carretera de la muerte”. Esta “nueva carretera” está en perfecto estado casi en su totalidad, pero debido a la gran pendiente de las laderas de la montaña, y a las fuertes precipitaciones de la temporada de lluvias, en los 15 primeros kms, se suceden algunos breves tramos sin asfalto, dobles carriles (uno de subida y otro de bajada) e incluso tramos de “pavé”. En cuanto al tráfico; durante el día no llegará a 20 ó 30 vehículos por hora, lo que en Europa se considera un puerto “tranquilo”. La variación térmica puede ser de 30ºC en Yolosa y de alrededor de 5ºC en La Cumbre. La climatología, inversamente a muchos de los puertos europeos, es generalmente más estable en la parte alta. Debido a la gran altitud de la ascensión, habrá que intentarla una vez estemos aclimatados e hidratarnos más de lo normal debido a que en altura la deshidratación es mayor.
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Comentario: Día 25 de agosto de 2.007, a las 9:57, y vestido con maillot y culotte corto, salgo del puesto de control de Yolosa, donde cobran 2,5 € por entrar a esta zona protegida, al ir en bicicleta, paso sin pagar. Hace 27ºC y en poco más de un kilómetro ruedo por el puente Yolosa (1.075 m), donde comienza la ascensión. Largas rectas rodeadas de una espesa vegetación me acompañarán durante muchos kms. La poca velocidad, en torno a 10-12 km/h, la anchura de la carretera y las rectas, unidas a la bruma que me impide ver el paisaje hacen que la subida sea monotona en los 5 primeros kms. Esta monotonía se rompe al llegar a zonas “geológicamente inestables” con grava e incluso algún tramo con pavé. Voy ganando altura y kilómetros, alguna herradura me hace cambiar la perspectiva de la montaña. Continuamente Walter me ofrece agua, me pregunta que tal marcho… Tras casi 20 kms, paro a comer algo, ya he superado los 2.000 m, pero aún no me veo ni mucho menos en la cima. La vista desde aquí hacia el fondo del valle es espectacular. Prosigo con la ascensión, todo el rato “colgado” de la montaña debido a las fuertes pendientes de la ladera. Voy de frente hacia una gran ladera, veo 300 m. más arriba la carretera y… 600 m. más arriba otra carretera, y… 800… y 1.000 m. más arriba otras carreteras. Moralmente es una zona muy dura. Decido ir mirando hacia abajo y ver lo que ya he subido, que es mucho. Por fin llego al primer tramo de descenso, alrededor del km. 31. Estoy a algo más de 2.800 m. y todavía me queda más de medio puerto. Aún las fuerzas van más o menos bien, aunque la altura comienza a notarse. A partir de aquí, y hasta la entrada al túnel de San Rafael, se suceden tramos de ascenso y descenso. El túnel de San Rafael, de 1.370 m, es toda una obra de ingeniería que duró varios años. El asfalto, en perfecto estado, ancho, con aceras, “refugios” para vehículos, y aunque está perfectamente iluminado, mi buen compañero Walter circuló justo detrás mía para alumbrarme con sus “faroles” y para que nos vieran por detrás con sus “guiñadores”. Ya hace rato que he superado los 3.000 m. La niebla sigue apareciendo esporádicamente y, unido a los 13ºC, hacen que me pare a ponerme las perneras y los manguitos justo después de conectar con la archifamosa “Carretera de la muerte”. Desde este cruce se recorren varios kms. de falsos llanos, descensos… hasta llegar a la Tranca de Unduavi, a unos 3.350 m. Una gran inyección de moral, ya que he superado los 50 kms. y ya casi me meo en La Cumbre. Son casi las 14:45 y paramos a comprar más chocolatinas, agua, coca cola además de una hamburguesa para Walter y un trozo de pollo asado para mí. Comienzo de nuevo el ascenso, las pulsaciones instantáneamente se ponen a mil. Pronto me doy cuenta que aún no he llegado a La Cumbre, y que estos últimos 20 kms. se harán tan duros como los 50 anteriores. La baja temperatura hace que no beba demasiado. Grave error, y es que en zonas altas hay que beber incluso el triple que al nivel del mar. Los kms. pasan lentamente. Los ánimos que recibo en esta zona de la ascensión por parte de camioneros, pastores… y en especial de Nuria, mi novia, y del resto de compañeros de su microbús, me hacen recobrar las pocas fuerzas que me quedan para alcanzar La Cumbre. Un letrero me indica que estoy llegando al control antinarcóticos. Estoy a 4.150 m. y a poco más de 8 kms. Paso lentamente la zona del control bajo la atenta mirada de los militares. No sé que se les pasaría por la cabeza, pero desde luego, cualquier cosa menos pararme para un registro. Ya quedan 7, 6, 5, 4 kms. Walter sigue a mi lado. Continuamente me pregunta que tal marcho. Con el pulgar de la mano derecha debía afirmar que bien, aunque en este punto no es así. Walter comprueba mi cansancio y se adelanta unos metros con su Toyota Corolla para darme más agua y animarme. Quedan menos de 4 kms. y la niebla lo cubre todo. Gracias al descenso del día anterior conozco un poco la zona y sé lo que me queda. Paso a la altura de “El sapo”, una colosal piedra a mi izquierda que desde la parte baja del valle así lo parece. Desde aquí sé que son menos de 3 kms. No hay recuperación hasta la cima, ya que incluso parado, el organismo está en pleno esfuerzo. Entre la niebla se oyen las voces de un nutrido grupo de turistas, me imagino que están en La Cumbre, por lo que creo que ya estoy cerca. De repente, y como si quisiera ver si lo consigo, se disipa la niebla y me alcanzan los primeros rayos de sol en todo el día. Quedan solo 100 m. Walter comienza a tocar el claxón, yo levanto el brazo derecho en señal de victoria. Son las 17:37 y he llegado a La Cumbre, a 4.670 m. tras recorrer 71 kms. y ascender casi 3.600 m. en algo más de 7 horas. Walter se acerca a mí, lo abrazo y le doy las GRACIAS por su apoyo. Creo que al final hasta él lo consideró como un logro por parte de los dos. Nos hacemos la foto de rigor y me deja sus guantes de lana para la bajada, ya que, a pesar del sol, la temperatura es de solo 5ºC.
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