Comentario: De nuevo nos adentramos en la comarca antequerana para mostrar la que, con casi total seguridad, puede ser la vertiente de mayor dificultad del puerto de La Joya. En esta ocasión venimos remontando el Valle del Guadalhorce por una carretera con poco tráfico y siempre en línea ascendente, aunque con una pendiente muy suave hasta que, luego de dejar atrás el Cortijo del Algarrobo, atravesamos el pequeño puente que vadea el arroyo del Espinazo precisamente en su juntura con el arroyo del Aljibe.
En este punto abandonaremos el largo falso llano que remontábamos para adentrarnos en un continuo sube-baja sin fin. Al tomar la primera curva a izquierdas tendremos visión directa de la carretera serpenteando a media ladera y de cómo busca un cuello por donde salir del valle que orada el arroyo.
Para ir haciendo cuerpo no están nada mal estos dos primeros kilómetros, desde luego, en que alguna rampa ya supera el 10%. Pero, como vamos a comprobar, esto no es más que el principio.
Un kilómetro llano da paso a un rápido descenso que nos sitúa al pie de la siguiente dificultad, pero antes nos dejamos embelesar por la sobrecogedora presencia de las Sierras de Huma y de Abdalajís, cuyas moles rocosas se alzan a nuestra izquierda. Tomamos aire y volvemos a pasar el arroyo por una preciosa vaguada seguida de una herradura en que la pendiente alcanza el 12%. Continuamos remontando el valle y, de nuevo, buscamos otro cuello que dé salida a la carretera. Unas antenas serán la referencia perfecta de la localización del siguiente altillo.
Al coronar nos vuelve a invadir la misma sensación de antes con el añadido de la presencia de Valle de Abdalajís al pie de la roca.
Esta hermosa localidad, paso natural y estratégico entre la vega antequerana y el valle del Guadalhorce, esconde vestigios de distintas culturas que se remontan desde la prehistoria hasta época romana, pasando por iberos, fenicios, celtas y helenos. Precisamente la ciudad romana de Nescania se encuentra emplazada bajo el pueblo. Sin embargo, la denominación actual de la villa se debe, como no podía ser de otra manera, a los árabes y, en concreto, al caudillo Abd-el-Aziz, hijo del conquistador Muza. De esta cultura, precisamente, conserva su fisonomía el pueblo que, con callejuelas completamente encaladas, se nos presenta de blanco inmaculado ante nuestros ojos.
No obstante, nuestro pedalear nos lleva hacia otros derroteros y por esta vez tendremos que conformarnos con la mera contemplación de su hermosa estampa. De hecho, no llegamos a pasar por sus calles, sino que previamente tomamos un cruce a la derecha para continuar hasta La Joya.
Toca subir otro repecho y ahora se trata de 1,5 km. aproximadamente, con la pendiente siempre próxima al 9% de media y con rampas que superan con mucho los dos dígitos: habrá que ponerse serios.
Se estrecha la vía y el poco tráfico existente desaparece casi por completo, por lo que la soledad será única compañera en nuestro esfuerzo. Al coronar, junto a una finca, un nuevo falso llano, salpicado con alguna rampa de entidad, da paso a un tercer descenso. Ante nosotros la carretera se levanta por la ladera de enfrente trazando una curva a izquierdas en lo que es, sin duda, el momento clave del puerto.
Tras una nueva vaguada, la pendiente se eleva con presteza hasta situarse por encima del 10%, una pendiente que se va a mantener durante casi dos kilómetros, alcanzando máximas de hasta el 17%. A la dureza de las rampas, en concreto a un tramo de unos 300 m. al 15%, se une el mal estado de la carretera que en algún tramo estará cubierta de gravilla. Poco a poco dominamos un paisaje formado por una interminable sucesión de lomas cubiertas de cereal y olivo en su mayor parte.
En esto alcanzamos un pequeño descanso, pero cuando pensamos que ya está todo hecho, la carretera vuelve a mirar hacia el cielo con más insistencia que antes... si cabe. Al trazar una curva a derechas, se deja ver, por fin, la aldea de La Joya, escoltada desde más arriba, por su vecina Los Nogales.
Un nuevo km. de falso llano, auténtica montaña rusa, viene a dejarnos al pie de la mencionada aldea. La travesía es corta, aunque levemente ascendente, pero todo es salir, pasar un puentecillo y vuelve a temblar nuestro altímetro.
Sin llegar a los porcentajes anteriores, pero con el cansancio acumulado, estos tres km. finales terminan por hacerse infernales. Hay que tener en cuenta que en esta zona suele molestar mucho el viento, cuando sopla, por estar más abierta.
En cualquier caso, poniendo empeño, después de un último descanso antes del segundo cruce que nos conduce hacia Los Nogales, tras una curva de herraduras a derecha con rampas superiores al 15%, alcanzaremos la cima. Parémonos durante unos instantes, por lo menos, para disfrutar del paisaje que nos brinda este puertazo como se merece.
Fotos:
Antes de comenzar propiamente el puerto, la carretera ya asciende muy suavemente durante unos km.:
Pero es aquí, en este puente, donde hemos situado su inicio:
En efecto, ya se nota que vamos ganando altura sobre el riachuelo:
Y el paisaje va tornándose más abrupto:
Al salir de esta vaguada la pendiente alcanza el 12%:
Al fondo, aún muy lejos, se divisa la Sierra de Chimenea:
Tras de nosotros queda Álora:
Coronando el repecho aparecen las Sierras de Huma y Abdalajís:
Rápido descenso...
Y continuamos en esta vaguada:
La misma vaguada después de unos cientos de metros de subida:
Subimos 1,5 km. siempre cercanos al 8% de media:
Coronamos y tenemos Valle de Abdalajís a nuestra vista:
Antes de llegar al pueblo, tomamos este cruce a la derecha. La flecha de madera indica “La Joya”:
Rápidamente nos topamos con rampas que superan con mucho el 10% de pendiente:
Valle de Abdalajís vuelve a quedarse a nuestros pies:
Después de 1,5 km. siempre cercanos al 9% de pendiente, alcanzamos un falso llano con tendencia ascendente:
Atrás queda la Sierra de Abdalajís con su imponente mole rocosa:
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