Comentario: Estamos ante uno de esos puertos de los que no hay en la geografía española. Sí, leen bien, puertos como éste de Sierra de Lújar ni existen, ni han existido, ni existirán. Mejor busquen en Italia o en Francia.
Lo que van a ver es todo fruto de su imaginación: cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.
Es mentira que en Castell de Ferro, una localidad de la costa tropical granadina, nazca una carretera que ascienda hasta un pueblo llamado Rubite, es mentira que tras el falso llano que remonta la rambla de Gualchos las rampas se disparen más allá del 8% de pendiente media durante casi 8 km., es mentira que, dejando atrás Rubite, una borrachera de curvas se sucedan durante casi 5 km. propiciando un espectacular trazado y que, finalmente, tras un descansillo, otros 9 km. más se aproximen al 9% de media para alcanzar la cota 1.865 m. sobre el nivel del mar. Son pamplinas, todo pamplinas.
Por más que un puerto como éste nos parezca de fábula, de ensueño, de otra dimensión, se trata de una realidad palpable, tangible… Sufrible. Terminemos con la broma: Sierra de Lújar existe.
Así es, en Granada es posible pasar de un apacible día de playa a padecer una terrorífica jornada ciclista más allá de 1800 m. de altitud con sólo levantarse de la hamaca y subirse a la flaca… Y, si nos apuran, a más de 3.000 m. Se trata de una provincia única, de un enclave ideal, de un marco incomparable que, aunque parezca mentira, se encuentra en España.
Desde Castell de Ferro, rambla arriba, nos adentramos en la Sierra de la Contraviesa, una de las grandes desconocidas para el aficionado al ciclismo. Al principio un falso llano podría llevarnos a engaño de no ser porque, a casi 6 km. de ascenso, tras el cruce del pueblo de Lújar, la pendiente se va a disparar. Tan sólo algún descansillo arrojará cifras menores del 8%, mientras que las rampas de doble dígito serán frecuentes.
En el punto de mira la localidad de Rubite y hasta llegar allí casi 8 km. de máxima exigencia. Ganamos varios altos tras otras tantas ramblas mientras un buen puñado de herraduras ornamentan un, por otra parte, desértico trazado. El abundante matorral da paso por momentos al viñedo y a los almendros, que dominan el abrupto terreno en las proximidades del pueblo. Monte abajo, al final de la rambla, Castell de Ferro se muestra flanqueado de azul y blanco: mar e invernaderos confinan la bella localidad costera.
Al coronar la loma del Aljibe, donde aún se conservan los vestigios de un aljibe de época nazarí, se muestra por fin Rubite, “zarzamora” en mozárabe, con su bellísimo caserío de viviendas enjabelgadas y rojizas techumbres. La disposición de sus callejuelas es la típica de los pueblos moriscos de sierra, con estrechos recovecos y empinadas cuestas.
Mas, tras un corto aunque empinado descenso, no vamos a llegar a atravesarlo, sino que lo esquivamos en una curva a izquierdas donde, además, retomamos el ascenso.
Se trata de un tramo intermedio en que la pendiente media irá descendiendo desde el 8% hasta el 5% en el cruce del Haza del Lino. Pero lo que de verdad destaca en estos 4,5 km. es el trazado de la carretera: se hilvanan quince curvas de herradura y cinco vaguadas, propiciando un continuo zigzagueo que nos permite ir mejorando paulatinamente la panorámica sobre Rubite y la costa primero y sobre las sierras de Lújar y la Contraviesa después.
Tras poco más de 19 km. llegamos al cruce con la A-4131 (antigua C-333) y la cuesta que nos lleva al Haza del Lino a nuestra derecha, encrucijada de la Contraviesa, y uno de los puertos más interesantes de la provincia granadina con sus múltiples vertientes. Giraremos, por el contrario, a la izquierda en dirección a Órgiva para ganar un descansillo que nos introduce, de pleno, en el pinar de los Gallegos, una masa boscosa que se eleva en la margen derecha de la carretera.
Aún en descenso llegamos al cruce de Fregenite y de Alcázar para, al punto, reiniciar el ascenso. Este tramo, aún suave, pertenece a la subida a puerto Camacho, que se corona tras 1,5 km. de ascenso. Sin embargo, cuando vamos a alcanzar la cima giramos a la izquierda por un carril asfaltado y no en muy buen estado en dirección a Olías. La carretera, rugosa, se estrecha a unos 4 m. de ancho a lo sumo, aunque lo peor está por llegar, ya que, tras unos cientos de metros, volvemos a desviarnos por otro carril, ya definitivo, hacia las antenas de la Sierra de Lújar.
Decir que el ancho de la carretera no llega a los 3 m., con ser cierto, no es del todo exacto, ya que en muchas ocasiones el piso se encuentra tan roto que apenas sí tenemos medio metro para pasar las finas llantas de nuestras flaca e incluso, en no pocas ocasiones, no nos queda más remedio que atravesar un socavón.
Añádase a lo anteriormente dicho un fuerte aumento en la pendiente y tenemos preparado el cocktail perfecto para retorcernos un buen rato.
Tras un kilómetro de toma de contacto vuelven las herraduras. La carretera asciende a base de zetas por la imponente ladera del Barranco Seco: se trata de un soberbio trazado que ya hemos tenido ocasión de distinguir desde el pinar de los Gallegos.
Serán un total de once curvas de herradura en 4 km. con pendientes que alcanzan el 15% de máxima. Las panorámicas de la Alpujarra y las cumbres de Sierra Nevada hacia el Norte y de la costa hacia el Sur, nieve y mar de una ojeada, no tienen parangón. Hacia el levante la vista alcanzará la Sierra de Gádor en lontananza y, por supuesto, la vecina Contraviesa.
El trazado, a poco que nos asomemos al barranco, se muestra curva a curva, recta a recta, hasta donde conecta con el cruce de puerto Camacho. Incluso se observa el trazado del carril que baja hasta Olías, una vertiente tan interesante o más que la que nos trae desde Rubite.
Las paredes pedregosas de la sierra apenas sí cuentan con arboleda en este tramo, sólo unas encinas encaramadas entre el canchal colorean unas laderas abarrotadas de arbustos tales como el esparto, la aulaga, el tomillo y otras muchas especies. Los incendios han sido, como en tantas zonas boscosas, responsables de la falta de floresta.
Poco después de una herradura a izquierdas, tras una casetilla, nos dispondremos a afrontar el tramo más duro de todo el puerto, consistente en un par de km. seguidos a más del 10% con picos del 17% y un pequeño descansillo intermedio.
Tras marchar dirección sur un buen centenar de metros, enlazamos tres herraduras que nos sitúan en el falso llano, calma que, en este caso, precede a la tormenta. Y es que a medida en que la carretera va realizando un giro hacia la izquierda ofreciéndonos unas magníficas perspectivas sobre la Alpujarra y Sierra Nevada, la pendiente se va a acentuar por encima siempre del 12-13%.
Encaramos el Hoyo de las Encinas, cabecera de un barranco que, como su nombre indica cuenta con una buena mancha de estos árboles, además de pinos. Y, por fin, se muestra la antena nuevamente, cercana a nuestros ojos, pero aún lejos de nuestras piernas, ya que aún nos restan unos 200 m. de desnivel por salvar. Su asalto resultará harto difícil, pues la plaza está bien guardada por un mortífero repechón con pendientes del 17%. A cada torpe pedalada sentimos cómo la cuesta dentellea nuestra musculatura y, lo que es aún peor, lacera nuestro ánimo, maltrecho hace kilómetros.
A duras penas alcanzamos una vaguada a derechas, justo en la cima de un collado formado por una roca y la misma cima de la Sierra de Lújar. Más arriba podremos ver el mar por el tajo hendido entre las piedras hasta que un nuevo giro a izquierdas nos sitúe en la Loma del Tajo del Sapo, al pie mismo de las antenas. Desde aquí, junto a un pinar algo más poblado, aunque con ejemplares dañados por los envites del viento
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