Comentario: Un ascenso como éste junto a las laderas del Monte Sosa es claro ejemplo de lo poco que hace falta para hacérnoslo pasar mal montados en una bicicleta. Tan sólo un par de kilómetros bastarán para que maldigamos en arameo y nos acordemos del día en que decidimos dedicarnos a dar pedales por las cuestas. Pero este arrebato colérico, ya se sabe, se nos pasará tan pronto como hayamos superado las duras rampas de esta pequeña emboscada que esconde la serranía gaditana.
La carretera que nos conduce hasta la ribera del río Guadalete está en pésimo estado, por lo que llegaremos a pie de puerto con los cables cruzados, si bien, tras atravesar el puente en un recodo verdaderamente hermoso, en la junta de los ríos Guadalete y Guadalporcún, el asfalto está ya impecable… Cosas de lindes entre municipios, suponemos.
El caso es que tan pronto atravesamos el Guadalete las rampas se van a disparar. De hecho, si hemos tenido ocasión de levantar la mirada en el descenso previo al puerto, habremos comprobado atónitos que las rampas que nos aguardan no son moco de pavo.
Al punto la pendiente se situará por encima del 10% sin ofrecer prácticamente tregua. Una recta demoledora llega incluso hasta el 17%... Desde luego, la tachuela no nos dejará indiferentes. El primer kilómetro se completará tras una fuerte rampa mantenida al 15% con una pendiente media del 11%... ¡Como para adentrarse en estos parajes por error!
El segundo kilómetro se inicia, con el río ya muy abajo, alternando descansillos con fuertes repechos, descansillos que, por su longitud, colmarán nuestra imperiosa necesidad de oxígeno, si bien, tras el último de ellos volveremos a ascender por rampas que se aproximan al 8% para terminar de darnos la puntilla. No podemos dejar de pensar, pedaleando por estas cuestas, en las similitudes con las típicas cotas de las clásicas del norte.
Por fin, desde que coronamos hasta Puerto Serrano el camino sigue ya tendencia descendente.
Fotos:
Recodo del río Guadalete donde se inicia el ascenso:
Nos ponemos en marcha:
El cartel avisa, pero se queda corto:
En las rampas toca retorcerse:
El puerto es corto, pero la pendiente muy dura:
El monte no carece de belleza:
En el segundo kilómetro las rampas menguan, aunque no tanto como para despreciarlas:
Por lo menos permiten disfrutar del puerto:
Tras la curva de vaguada miramos atrás:
Coronamos el puerto:
Tras coronar, un descenso y un último repecho nos sitúan junto a la pista de tierra que asciende hasta la cima del monte. Allí un cartel da nombre al puerto:
En el paisaje de lomas y arbolado, destaca la pétrea figura del peñón de Zaframagón:
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