Descripción: Para acceder al renombrado Col de Soulor deberemos remontar el Val d'Azun. Iniciamos nuestra ascensión en una rotonda a la salida de Argelès-Gazost en dirección a Lourdes, la capital de las peregrinaciones en Francia. Hemos abandonado a la altura de la Gave de Pau la estación termal con su parque, su casino y sus bellas mansiones para asomarnos a la villa antigua, de calles estrechas y pintorescas plazas. Los primeros kilómetros nos van a resultar los más pesados tanto por su apreciable dureza como por el abundante tráfico que transita por esta ruta en toda época. Hasta Arras-en-Lavedan la pendiente se mantiene cercana al 8% con alguna rampa suelta de dos cifras pero, con la atención puesta en los coches que nos adelantan y la protección continua de la sombra del bosque, apenas notaremos el cansancio cuando nos adentremos en la zona intermedia del puerto, las praderas del Valle de Azun, que nos van a permitir un placer inusual en un puerto de esta fama: cuatro km de suave ascenso sin superar el 5% en ningún momento y, aún mejor, otros cinco más de paseo tranquilo y relajado entre praderas, campings, ganados pastando y preciosas vistas sobre las montañas que nos envuelven. Las posibilidades que se nos brindan a derecha e izquierda para disfrutar de algunos de los valles, lagos y collados más bellos del Pirineo se nos quedarán en la memoria para futuras ocasiones en que, prescindiendo de los nombres míticos, optemos por un cicloturismo de calidad visitando el Lago de Estaing o la presa de Tech, o los cols de Bordères y Couraduque: un verdadero placer en el Edén pirenaico. No echéis esta recomendación en saco roto. Atrás van quedando las localidades de Aucun y Marsous, con sus iglesias y construcciones típicas y, lo que es más necesario, sus refrescantes fuentes. Pero llegamos a Arrens, el centro del valle de Azun, donde nuestro agradable paseo por la amplia llanura intermedia que venimos de recorrer ha llegado a su final: el auténtico col empieza en esta población a la altura de su iglesia fortificada del siglo XV. Van a ser algo más de 7 km de verdadera entidad que le confieren, añadidos a la distancia recorrida hasta este punto, una categoría de puerto de primera muy serio. La sombra, que había desaparecido en las praderas del extenso valle anterior, vuelve a proteger nuestro esfuerzo y las curvas de herradura nos ofrecen continuos cambios de perspectiva, distrayéndonos así de las numerosas rampas por encima del 10% que, prácticamente sin excepción, se hacen notar en todos y cada uno de esos siete kilómetros finales. El momento de máxima tensión se halla justo antes de un puente metálico de color verde, que pone fin a una terrorífica rampa con un máximo del 19%: menos mal que es muy corta y no tiene tiempo de desmoralizarnos ante los cuatro mil inacabables metros que aún nos quedan para coronar, aunque deberemos que emplearnos a fondo para superar este tramo final, también muy exigente. En la cima, podemos elegir descender hacia Ferriéres por la vertiente más dura de Soulor o, como es nuestro caso, continuar adelante hacia el Aubisque. Y bien que merece la pena porque el paisaje es magnífico.
Entramos en el espectacular Circo de Litor que recorreremos en toda su extensión por la cortada ladera, en un tramo de dos km de descenso y cuatro de suave ascenso, circunstancia que nos permitirá una relajada contemplación de esta maravilla natural. Al final de este trecho, entramos en una zona de bosque donde comienzan los tres kilómetros finales, de cierta exigencia, que restan para la cima. Llegados a ella, encontramos una gran explanada, con un par de bares y terrazas para disfrutar de las amplias vistas mientras tomamos un refrigerio.
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