ALPES
GRANON
Serre Chevalier
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Altitud: 2404 m Distancia: 11,77 km Desnivel: 1048 m Pendiente Media: 8,91 % Coeficiente: 296
Granon



Localización: En una rotonda a la salida de Chantemerle, en la D1091 que nos conduce de Briançon al col de Lautaret, tomaremos a la derecha en dirección a St. Chaffrey, aunque enseguida nos desviaremos a la izquierda por la D234T, conocida como “ruta del Granon”.
Especificaciones: Se trata de una carretera estrecha y sin señalización horizontal, aunque bien asfaltada y sinuosa con numerosas curvas de herradura y escasísimo tráfico. No encontraremos apenas sombras que nos protejan del astro solar, sabiendo que a la dureza del puerto hay que sumarle su orientación sur que lo convierte en una auténtica caldera.
Fuentes: Una al poco de empezar el puerto en una pequeña área recreativa y otra, muy buena, al paso por Villard-Laté.
Descripción: Serre Chevalier es el complejo de deportes de invierno más grande de los Alpes del Sur, y se ubica en el valle de la Guisane en el departamento de Hautes-Alpes, ocupando unos 20 km desde Briançon hasta Monêtier-les-Bains, cerca del Parque Nacional de los Ecrins y de la frontera italiana. La actividad humana se remonta en este entorno a la época romana con el aprovechamiento de las termas de Monêtier les Bains, que han atraído a muchos visitantes por la bondad de su agua que cura ("aqua sana"). Muchos siglos después la historia militar en Briançon desde Vauban hasta la construcción de la línea Alpine Maginot para contener los ataques de la Italia fascista, dio finalmente paso en el valle de la Guisane a una actividad industrial (curtidurías, hilanderías, fraguas y minas) cuyas huellas casi han sido borradas por las prácticas turísticas y recreativas de la actualidad.
Frente al Macizo de los Écrins, que queda a nuestra izquierda, deberemos remontar la ladera montañosa donde cada vecino tiene una choza, o mejor dicho, un granero, en el que permanece durante los cuatro meses del verano para cuidar el ganado que por allí pasta. En la parte baja del valle, en cambio, dominan los pequeños campos, los prados y las arboledas en las que los pájaros hacen oír su dulce trino en primavera y, entre ellos, los mirlos no cesan de cantar: de ahí el nombre del pueblo del que vamos a partir en nuestra aventura, Chantemerle.
Pero si hemos acudido a este reto es porque aún guardamos en la memoria aquellas míticas imágenes del Tour de 1986, en cuya 17ª etapa se impuso Eduardo Chozas tras una gran exhibición, aunque apenas hay imágenes de su gesta. Las cámaras se centraron en la batalla entre Hinault, que peleaba por su 6º Tour, y Lemond por su primero. Finalmente, el americano sentenció en el Granon y ganó esa edición; Hinault ese año abandonó el ciclismo y el col de Granon no ha vuelto a ser final de etapa en el Tour… hasta este 2022.
Con sus 2404 m de altitud (el cartel de cima dice 2413 m) y casi 12 km al 9% de media el Granon es un señor puerto. Y a tal señor, tal honor: conviene brindarle el respeto y la consideración debida. Cuando un esfuerzo te lleva a la agonía, a ese punto de sufrir disfrutando, se crea un vínculo para siempre entre ciclista y puerto. Y ese es nuestro objetivo.
En el inicio vamos ganando altura sobre el valle y las vistas son espléndidas. Todavía alguna sombra nos cubre, pero esto durará poco. Los carteles informativos nos van cantando kilómetro a kilómetro los porcentajes como estaciones de un particular Vía Crucis. Pero si buscas alivio no lo encontrarás, porque no te da tregua, y los 9,5%, 11%, 10%, algún 8,5%... se suceden.
Al superar la cota 2000 notaremos que el aire nos falta mientras trazamos una enorme curva derecha en la montaña dejando el Refugio Buffère en la ladera opuesta a la que iremos remontando en un paisaje ya de alta montaña. El paso por el acuartelamiento abandonado nos da la pista definitiva de que el sufrimiento se acaba y la gloria se halla a un paso. El Granon es largo, duro y hermoso, un Hors-Catégorie de libro. 35 años lleva el Tour sin subir a ese gigante y este 2022 se romperá la racha para que todo el mundo pueda descubrir al “gran desconocido”. Estad seguros de que quien se acerque a probarlo mantendrá su sabor como el de ese plato de la infancia incrustado en nuestra memoria que solo muy raramente volvemos a degustar. Un plato exquisito solo para paladares muy exigentes.
(texto adaptado de Juan Carlos Ugarriza)
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